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Misioneras evacuadas de Ruanda critican la falta de asistencia del Gobierno español

"En Nairobi me avergoncé de ser ciudadana española", dijo ayer a su llegada a Madrid Uvaldina Martínez, una de las tres misioneras españolas evacuadas de Ruanda tras presenciar una de las matanzas que se han perpetrado en aquel país africano en los últimos días. Uvaldina Martínez describió "el vacío total de la presencia española" que encontraron en el aeropuerto de Nairobi después de ser evacuadas de Kigali por los cascos azules belgas. El embajador español, Luis Calvo, acudió previamente al aeródromo, donde dejó varios números de teléfono donde supuestamente podría ser localizado.

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LLegaron las tres misioneras a Nairobi nadie de la embajada acudió al aeropuerto y el embajador no respondió a ninguna de las llamadas.De la capital keniana, las misioneras viajaron por vía aérea a Bruselas, donde el trato dispensado por los representantes españoles fue totalmente distinto, "una acogida fraternal" según Uvaldina Martínez. El cónsul español en la capital belga las recogió en el aeropuerto y las alojó en su casa.

Uvaldina Martínez, María Elena Alot (ambas con más de 20 años en Ruanda) y Amparo Carbonell (siete años), miembros del instituto secular Vita et Pax, vivieron un infierno durante los tres días que permanecieron encerradas en la Casa de los Jesuitas de Kigali, escenario de una matanza de 19 religiosos perpetrada por soldados ruandeses.

Asalto militar

El jueves pasado, las tres misioneras se encontraban en una reunión con monjas ruandesas en las proximidades del aeropuerto de la capital. Un grupo de soldados irrumpió en el lugar y las trasladó a la Casa de los Padres Jesuitas. Allí comenzó un "espectáculo dantesco" según cuenta Amparo Carbonell, valenciana: "Separaron a los blancos de los negros. A estos últimos los encerraron en una sala. Después lanzaron una granada en el interior de la sala y a través del boquete ametrallaron a todos los presentes. Lo peor fue cuando descubrimos los cadáveres. A algunos sólo los pudimos identificar por las ropas."

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Uvaldina Martínez agrega: "Había 17 cadáveres. Faltaban dos, que encontramos al día siguiente. Todos eran ruandeses, tutsis en su mayoría, pero también había algunos hutus".

A Amparo Carbonell le duele admitir que los agresores eran todos soldados ruandeses, -"iban como drogados, ebrios de odio y violencia"-, y reconoce que durante aquellos tres días temieron por sus vidas, "cuando oíamos el silbido de las balas que pasan por encima de tus cabezas y el estallido de las bombas".

Cascos azules belgas rescataron a las tres misioneras de la Casa de los Jesuitas y las trasladaron al estadio de Kigali, donde se hacinan miles de refugiados. "Junto a nuestro hospital hay cinco campos de refugiados que albergan, por lo menos, a 50.000 personas", dice Amparo Carbonell

"Temíamos un golpe fuerte, pero no esperábamos el asesinato de los presidentes de Ruanda y de Burundi", agrega la misionera, al referirse a la violencia latente que se vivía en los dos países africanos que ha desembocado en un nuevo baño de sangre.

En Kigali quedaron otras tres misioneras del instituto. Vita et Pax, dos de ellas españolas, que al parecer lograron huir hacia Burundi, y una ruandesa.

Las recién llegadas a Madrid poca información pudieron aportar de la situación de las religiosas españolas en Ruanda porque estuvieron "muy aisladas en una zona conflictiva". Dos religiosas carmelitas están desaparecidas y las novicias de su centro, todas ruandesas, han sido asesinadas.

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