El asesino de Colosio afirma que pretendía herir al candidato para difundir sus "tesis pacifistas"
Las autoridades mexicanas guardan un hermetismo absoluto respecto a las investigaciones sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido RevolucionarioInstitucioal (PRI) a la presidencia de México, muerto de dos balazos en Tijuana en la tarde del miércoles. El asesino, Mario Aburto, de 23 años, ha declarado que sólo pretendía "herir" al candidato para Ilamar la atención" sobre sus "tesis pacifistas". Pocos creen, sin embargo, que se trate de la acción aislada de un loco. Las peticiones de que la investigación llegue "hasta el fondo" llueven desde todos los sectores.
En la noche del jueves, el presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, anunció la creación de una fiscalía especial que investigará el magnicidio. Con este organismo, que estará presidido por un prestigioso jurista, Miguel Montes, Salinas de Gortarí dijo responder a una petición formulada por la viuda de Colosio, Diana Laura Riojas."No quiero que ninguna duda, Ínterrogante o inquietud quede pendiente", dijo el presidente. "Se cumplirá la ley. Su hará justicia". Una comisión del Congreso seguirá las investigaciones.
Luis Donaldo Colosio fue asesinado el miércoles en la ciudad de Tijuana, fronteriza con Estados Unidos, mientras saludaba a sus seguidores en un mitin electoral. Un hombre de 23 años, Mario Aburto, se acercó al candidato y burlando a los guardaespaldas le descerrajó dos tiros. Una de las balas atravesó el cráneo del candidato y le causó la muerte cerebral inmediata.
El Procurador General de la República, Diego Valadés, ha declarado que Aburto, que se encuentra ya recluido en la prisión de alta seguridad de Almoloya de Juárez, cerca de la capital mexicana, se confesó autor del crimen y explicó que, en realidad, sólo pretendía herir al candidato para llamar la atención de los medios de comunicación y poder exponer "sus ideales pacifistas".
Esta imagen de iluminado contrasta, sin embargo, con los testimonios de compañeros y conocidos, e incluso de su abogado, que califican a Aburto de persona completamente normal. El asesino, nacido en Michoacán, trabajaba desde hacía cinco semanas en una fábrica de Tijuana. El miércoles, al terminar su jornada laboral, abandonó el trabajo en un autobús de la empresa. Tres horas más tarde, las televisiones del país le mostraban ensangrentado y arrastrado por una multitud. Acababa de convertirse en magnicida. No se le conocía ninguna preocupación especial por la política, tema del que hablaba con despego con sus compañeros de trabajo.
El Gobierno mexicano ha pedido ayuda a las autoridades estadounidenses para localizar a la familia del homicida, que emigró a Los Angeles hace años. El arma del crimen, un revólver Taurus de calibre 38, fue adquirido en San Francisco en 1977. El departamento del Tesoro norteamericano ya ha localizado al comprador, a quien se está interrogando. Es posible que esta vía de investigación no conduzca a nada, ya que miles de armas son introducidas ilegalmente desde Estados Unidos cada año.
Otros dos hombres detenidos junto a Aburto, Vicente Mayoral y Jorge Antonio Sánchez, quedarán en libertad si no se presentan pruebas contra ellos. Algunos testimonios no confirmados oficialmente relacionan a ambos con las fuerzas de seguridad. Por lo demás, el procurador general ha dejado sin contestar las preguntas sobre los móviles reales del crimen dando pie a todo tipo de especulaciones.
El propio Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas, en el sureño Estado de Chiapas, ha pedido que no se difunda ninguna hipótesis que pueda distorsionar los hechos: algunas versiones, dijo con disgusto el prelado, pretenden involucrar en el atentado a su diócesis, mediadora activa en el conflicto creado con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Los restos de Colosio fueron enterrado ayer en su ciudad natal, Magdalena de Kino, en el Estado de Sonora, adonde llegaron por la mañana. La decisión fue tomada por la familia a última hora del jueves, cuando el cadáver del candidato estaba a punto de ser incinerado en la capital. Miles de paisano y seguidores se dieron cita en el cementerio, su viuda, Diana Laura, leyó unas palabras en memoria de su marido. "Las balas del odio, del rencor y la cobardía interrumpieron la vida de Luis Donaldo, pero no las ideas por las que luchó", dijo su viuda. "Él quería un México más justo, le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen la nación. Creyó que tenía las respuestas para esta nación con hambre y sed de justicia, por eso quería ser presidente de México".
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