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La próxima batalla

Cualquiera excepto el comisario británico Leon Brittan. Éste podría ser el eslogan del Gobierno español ante la próxima batalla comunitaria que se dispone a librar en junio: la designación del nuevo presidente de la Comisión Europea que sustituirá a Jacques Delors a partir de enero de 1995.

Sondeado y alentado a ser candidato por el jefe de Estado francés, François Mitterrand; el canciller alemán, Helmut Kohl, y el propio Delors, el presidente Felipe González ni siquiera se paró a pensar un momento en presentarse a un cargo que estaba holgadamente a su alcance y que la entrada en vigor del Tratado de Maastricht ha revalorizado. "La construcción europea", contesta, "sólo me interesa, me apasiona, desde la perspectiva española".

González sí analizó, en cambio, qué debía hacer para evitar que el heredero de Delors fuese un hombre poco afín a España. De ahí que en enero fuese el primer jefe de Gobierno europeo en pronunciarse públicamente a favor de la candidatura de su homólogo democristiano holandés, Ruud Lubbers, a pesar de su fama de librecambista exagerado.

El pronunciamiento de González coincidió con el inicio de una gira de Brittan por las capitales comunitarias que, a principios de febrero, le condujo a Madrid. Como en las demás etapas, el comisario de Comercio se esforzó por desmarcarse del Gobierno conservador.

Escasa sensibilidad

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Ni su apología de la integración europea ni su éxito en diciembre en la negociación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio bastaron, sin embargo, para convencer a sus interlocutores españoles. Por mucho que reniegue de sus orígenes ideológicos, el ex ministro del Interior de Margaret Thatcher es visto desde Madrid como un hombre conservador con escasa sensibilidad hacia los Estados miembros meridionales, a los que trató con excesivo rigor cuando, en la anterior Comisión, se encargaba de velar por el respeto de la libre competencia.

Lubbers, que habla español y sintoniza con los gobernantes españoles, permanece, no obstante, mudo sobre sus intenciones hasta el punto de suscitar dudas entre sus partidarios. Maneja, al parecer, sondeos que vaticinan una dura derrota electoral de su partido en las próximas elecciones si deja de encabezarlo para apostar por Bruselas.

De ahí que en La Moncloa se esté ya buscando una opción de recambio: el primer ministro belga, Jean Luc Dehaene. El jefe socialcristiano del Ejecutivo belga tampoco ha manifestado su deseo de dirigir la Comisión, pero el cargo le interesa. En caso de renuncia de Lubbers, la diplomacia española volcaría su peso detrás de Dehaene.

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