El simulacro del lobo
Un ensayo de evacuación tras un 'accidente' fue suspendido al producirse un suceso real
"¡El niño, que se os muere el niño!". Los gritos salían de entre el público expectante que observaba con atención las evoluciones, de los equipos de emergencia. Los médicos de Insalud y Cruz Roja, los bomberos y la Policía Municipal de Alcorcón (140.000 habitantes) intentaban socorrer a los dos conductores de dos coches que habían tenido un accidente. Se habían olvidado del niño que viajaba en el asiento delantero (algo nada recomendable) de uno de los vehículos y que supuestamente había salido despedido por la luna delantera. El otro vehículo había atrapado con sus ruedas a un peatón. Pero el ensayo por si viene el lobo debió ser interrumpido porque el lobo llegó de verdad: las ambulanclas que participaban en él debieron irse tras el aviso de un accidente real.La clase práctica de coordinación entre los distintos cuerpos de salvamento había empezado de mañana. Un centenar de personas se arremolinaban alrededor del siniestro en la avenida de la Libertad. Enfrente, obreros de la construcción miraban desde lo alto de las casas a medio terminar. "A ver si se va a caer alguno", comentó un médico de paisano. "Pues no iba a tener mejor ocasión", le replicaba otro.
En efecto: tres UVI móviles, un coche de bomberos, otro de Protección Civil y una ambulancia del mismo cuerpo esperaban la llegada de los heridos. El helicóptero de Tráfico aterrizó a 50 metros (medida reglamentaria) de la colisión. "¿Dónde se los van a llevar, si aquí no hay hospital?", se preguntaba una mujer mientras empujaba el carrito de su hijo.
Enseguida, los bomberos cortan el vehículo del que se supone ha salido despedido el niño y lo convierten en descapotable. Los fotógrafos y cámaras de televisión no se pierden detalle. "Esto es como ver un reality show en la tele, pero en directo", comenta otro espectador. "¿Qué pasa, ha habido un accidente?", pregunta un anciano despistado ante tanto despliegue. "No, es un simulacro", le responden.
Al niño le intuban. Tiene dificultades para respirar y el médico que le atiende aprecia un traumatismo craneoencefálico. Está tumbado boca arriba, a diez metros de los coches, sobre un charco de sangre de mercromina.
Su padre, con fractura de fémur y atrapado con el coche en un tobillo, está inmovilizado en el suelo. El peatón tiene la tibia y el peroné rotos. Le ponen en una camilla y le cubren con papel de plata. "El del papel albal se os va a enfriar", grita el grupo de médicos de calle del Insalud. Risas.
El otro conductor también sufre un traumatismo craneoencefálico, agravado por una parada cardiorrespiratoria. "Es el que está más logrado", dice un compañero suyo. No es para menos. Tiene una brecha en la frente de lado a lado. "Me la he hecho yo mismo con un parche y un poco de metadine", explicó.
Pero llega la noticia del accidente real de tráfico -en la calle de las Industrias, según informó Efe- y las ambulancias se van hacia allá. Unos minutos después volverían, al no precisarse muchos efectivos.
Finalmente, a los dos conductores y al peatón se los llevan en las UVI. Al niño lo transportan en camilla al helicóptero. "Que tengáis suerte. Id con Dios", despide un viejo a los médicos que acompañan al chaval. El helicóptero despega y las ambulancias se alejan. Los bomberos retiran los coches y barren los cristales del asfalto. La clase ha terminado.
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