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Pintar gatos por liebres

Los falsificadores de arte buscan su lugar en el mercado

Daniele Ermes Dondé saca un pañuelo blanco, barato, de algodón, y sacude enérgicamente el marco de una de las falsificaciones que exhibe en la exposición El museo imaginario, que presenta hasta el día 20 en el hotel Palace de Madrid. "Son falsificaciones en regla de obras maestras, no copias", dice con énfasis. "Una copia la hace cualquiera, hay cientos de copistas en los museos diariamente. Las copias no tienen valor comercial. Yo imito la técnica de cada época y cada artista, consigo la tela o papel que se usaba en su tiempo y un marco que también corresponda al periodo. Cualquier anticuario, y hasta algunos de los mejores museos, me lo podrían comprar. De hecho, los han comprado".Ermes Dondé, un italiano que confiesa haber estudiado arte por el placer de falsificar y que nunca tuvo el deseo de ser un creador, ha optado desde 1984 por hacerle un lugar en el mundo del arte a una actividad artística considerada desde siempre como un delito. "Hemos formado un colectivo muy selecto con 40 de los mejores falsificadores de obras de arte del mundo con el fin de legalizar este mercado. Entre ellos hay seis españoles", dice.

Las obras que presenta en Madrid son falsos velázquez, van gogh, toulouse lautrec, boudin, degas, gauguin, renoir, monet, ingres y muchos otros. "Los que tienen mayor demanda son los impresionistas. Para pintar un brueghel o un flamenco puedo tardar 40 días, por la dificultad de utilizar las pinturas mezcladas como en la época y envejecerlo, es una técnica muy difícil. Pero un van gogh lo puedo hacer en cuatro días y un modigliani en uno", afirma.

Los precios oscilan entre las 200.000 y las 490.000 pesetas. Sólo una de las copias que exhibe ahora en Madrid no está en venta. Se trata de El grito, de Edvard Munch, robado el pasado 12 de febrero del Museo de Oslo. "Varios expertos del museo vinieron a ver mi copia y me la han pedido para ponerla en el lugar de la robada hasta que aparezca el original" explica.

Ermes Dondé se expresa con la velocidad y el tono de un vendedor de feria, y continúa sacudiendo con su pañuelo cada una de las pinturas que intenta explicar. "Usamos técnicas como las de restauración y cuidamos hasta el mínimo detalle. Tenemos una escuela en Cremona [Milán]. Mis pinturas se venden con certificados de auténtica falsificación. Nosotros tenemos autorización de los principales museos y coleccionistas para hacer una sola reproducción de la obra que poseen. Entre mis clientes se encuentran desde Sinatra y Schwarzenegger, hasta los japoneses, que en su momento fueron capaces de pagar millones por un original de Van Gogh. Ahora ya no lo hacen, me compran a mí", se jacta.

Todo, en efecto, huele a falso en esta muestra. Hasta el título es una apropiación de la idea original de Malraux, bastante distinta a la de esta exposición. A pesar de todo su empeño por legalizar este mercado, Ermes Dondé sigue caminando por la que es para muchos la atractiva cuerda floja del engaño y la estafa. "No me interesa que mi actividad sea considerada algo ilegal", continúa. "Lo ilegal es cobrar millones por una pintura original que yo puedo hacer exactamente igual".

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