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XXXIII CONGRESO DEL PSOE

La tortilla dio la vuelta

Los renovadores derrotados en 1990 se perfilan ahora como triunfadores

L. R. A., Los derrotados de 1990 se perfilan como los vencedores de 1994. Paciencia, tenacidad y perseverancia han sido los factores fundamentales para que los llamados aperturistas de aquellas fechas y renovadores de las actuales hayan conseguido quebrar la mayoría guerrista y ganarse al secretario general, Felipe González, para su causa. "Ha habido ganadores y perdedores. Enhorabuena democrática a los triunfadores; yo soy de los que ha perdido el congreso. Alfonso Guerra y el aparato han ganado el congreso". Estas palabras de Carlos Solchaga, actual presidente del Grupo Socialista y entonces ministro de Economía y Hacienda, minutos después de clausurarse el 32º Congreso Federal en noviembre de 1990 dieron la señal de salida para empezar a trabajar con el objetivo de cambiar la correlación de fuerzas. Lo han conseguido, se ha dado la vuelta a la tortilla.Con la perspectiva temporal de estos cuatro años y con todos los avatares en la vida del PSOE se puede concluir que sólo Solchaga hizo su particular aviso para navegantes. Fue el único aperturista -según la terminología de la época- que dijo lo que sentía y proclamó que el guerrismo había ganado con la pasividad de un secretario general que no había metido la pluma en la lista para la ejecutiva que presentó el vicesecretario general, Alfonso Guerra.

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El resto de los dirigentes antiguerristas hicieron declaraciones de trámite que, si se sigue su literalidad, parecía que se hubieran quedado encantados.

Todos los excluidos de la ejecutiva respiraron hondo y se volcaron en poner el acento exclusivamente en las políticas y declaraciones de intenciones, sin detenerse en la composición de la dirección. Esto también lo destacó Solchaga. "La renovación ideológica aprobada y la estratégica suponen el paso adelante más importante de los últimos 10 años". Estos avances le satisfacían, pues representaba "una posición liberal".

Sus compañeros de renovación dijeron lo mismo, aunque su tono ponía en evidencia que maldita la gracia que les hacía todo lo que había ocurrido. No estaban en la ejecutiva Carlos Solchaga, tampoco Javier Solana, ni Joaquín Almunia, nombres emblemáticos del aperturismo que, de haber entrado en la dirección del partido, hubieran hecho que nada fuese igual. Pero es que tampoco dieron demasiado la batalla quizá al apreciar que su secretario general no estaba por la labor, para desespero de Carlos Solchaga que se quedó solo.

Días antes del congreso, el ministro de Economía sorprendió a sus compañeros en. el comité federal al decir que la ejecutiva era "monolítica". Una cadena de reacciones de otros aperturistas hicieron comprender a Solchaga que se había quedado solo. Esta situación ya la adivinó días antes del congreso, cuando sus visitas a varias federaciones con las que creía contar resultaron infructuosas. Solchaga intentó formar una mínima plataforma frente al guerrismo, pero nadie se atrevió a seguirle.

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Pero eso importa ahora menos. Lo fundamental es que el guerrismo ha quedado ahora en minoría y que sus contrarios constituyen una mayoría heterogénea que tiempo tendrán de ponerse de acuerdo.

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