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Dos estudiantes quieren mandar una tela gigante a la Luna

Antonio Jiménez Barca

Desde esta semana, dos estudiantes de la Escuela Superior de Ingeniería Aeronáutica de la Universidad Politécnica forman parte de un proyecto intemacional que parece sacado de una novela de ciencia-ficción o de la fantasía de un visionario: enviar, sin ningún tipo de combustible, una tela gigante (aproximadamente medirá lo que un campo de fútbol) nada menos que a la Luna y propulsada sólo por energía fotónica o, dicho de otra manera, por la presión de la radiación solar.En el proyecto participan, además de la Politécnica, universidades de Italia, Francia y Bélgica, y la Unión Europea ha aportado la financiación para estos primeros pasos, en competencia con Japón y EE UU, que también planean enviar esta inmensa vela solar, que, según los cálculos, tardaría un año en acabar el viaje.

Ilusionados como nunca

Félix Arévalo e Irene Fernández, ambos en tercer curso y ambos de 21 años, trabajan ya cuatro o cinco horas diarias en un despacho, ilusionados como nunca, aunque cobran 13.000 pesetas al mes, y la vela no será lanzada hasta por lo menos dentro de cinco años.

Tal vez ni ellos mismos sigan en el proyecto cuando esto ocurra, pero mientras tanto rebuscan en su cerebro ideas que ayuden a solucionar uno de los problemas principales de la aventura: conseguir que la tela se despliegue por control remoto, después de que haya sido lanzada en una cápsula que no medirá más de un metro cúbico.

Una vez desplegada viajará impulsada "gracias a la energía resultante del choque de los fotones contra la superficie", según Félix, un poco a la manera a la que viaja un barco de vela propulsado por el viento.

De hecho, la conducción de la tela, para que no se pierda en el espacio y llegue efectivamente a la Luna, se rige un poco por leyes náuticas, y la sábana, según el proyecto, podrá orientarse para aprovechar la dirección de los fotones según convenga.

"No estamos en esto por el dinero, claro. Yo creo que, simplemente, porque el proyecto es precioso y por la satisfacción de hacer un trabajo bien hecho", comenta Félix. "Además", añade Irene, "es una manera de investigar con nuevas fuentes de energía no contaminantes".

En cuanto termine Semana Santa, estos dos estudiantes viajarán a Toulouse, en donde se reunirán los equipos de los cuatro países participantes para intercambiar los progresos. Hay también un aspecto competitivo, ya que cada equipo está diseñando un modelo de vela: el francés recuerda a una espiral que se desplegará por rotaciones sucesivas; el italiano planea desplegarse con unos artefactos muy parecidos a unos matasuegras, que forman la vela. Los españoles trabajan en un proyecto con un motor que ayude al despliegue. En septiembre, en París, saldrá elegido el proyecto que vuele.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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