Seis bandas mafiosas controlan la inmigracion ilegal en Madrid
La mafia china campa en Madrid. Al menos seis redes de envergadura dedicadas a importar ilegalmente hombres y mujeres del Extremo Oriente se deslizan por las calles de la capital de España, extorsionan a sus compatriotas y blanquean el dinero en restaurantes, talleres de confección, lavanderías y laboratorios de fotografía, según fuentes policiales.Estas organizaciones secretas, que en Madrid suman aproximadamente unos 150 efectivos, no operan al azar ni desunidas. La policía sospecha que el mando de todas ellas recae en una sola persona, denominada el Gran Tío. Este jefe de tríadas (nombre que reciben las organizaciones maflosas chinas) obedece, a su vez, las órdenes de un Gran Dragón -presumiblemente repantigado en un rascacielos de Hong Kong-, que mueve los hilos de una trama internacional que se oculta bajo la ley del silencio.
Las seis bandas que operan en Madrid -con conexiones en Valencia, Andalucía, Italia y Portugal- poseen una estructura similar. Se componen cada una de 20 o 30 personas habitualmente sin permiso de residencia- dirigidas por un solo hombre.
Dentro de cada tríada, siempre según fuentes policiales, se distinguen tres especialidades: los pasadores o cabezas de culebra, los falsificadores y los extorsionadores. Estos últimos se dedican, armas en mano, al cobro de la deuda contraída por el inmigrante con su viaje y del impuesto de estancia. También resuelven las disputas internas.
En su tarea se incluyen el amedrentamiento y las palizas, una práctica parecida a la de sus homólogos suramericanos -los tigres-, quienes en Madrid cortan una oreja o un dedo por 100.000 pesetas y propinan una paliza por 50.000.
PASA A LA PÁGINA 3
Empresas de confección legales subcontratan los servicios de talleres clandestinos
VIENE DE LA PÁGINA 1Los cabezas de culebra -cuatro o cinco por banda- se dedican, en cambio, exclusivamente al paso de inmigrantes. Les proporcionan los pasaportes falsos -una de las especialidades de la mafia- en los puntos de partida.
Durante el viaje acompañan a sus clientes. Al llegar a Madrid, les retiran los pasaportes, que vuelven a ser asignados, tras el cambio de fotos, a otro contingente. Así se ha dado el caso de que la policía, al detener a un chino sospechoso en la estación de Chamartín, descubra en sus bolsillos los documentos de los otros 10 compatriotas que le siguen a escasos pasos.
Para salvar los más de 9.000 kilómetros que les separan de Madrid, estas mafias operan sobre un amplio entramado internacional. Una de las entradas -ahora en decadencia- se sitúa en Marruecos. Los chinos vuelan hasta Tánger, desde donde cruzan el estrecho de Gibraltar en pateras alquiladas a marroquíes. La llegada a la capital se efectúa por carretera.
Otra línea parte de los países andinos -especialmente Bolivia-, donde prosperan colonias orientales. En estos núcleos, la organización consigue pasaportes falsos con nombres españoles. Se inicia lo que la policía denomina operación camuflaje. Los chinos se hacen pasar por nativos indios, amparados en su semejanza física. Y vuelan hasta Barajas. Eso sí, sin abrir la boca. No saben castellano.
En los últimos años, sin embargo, dos nuevas rutas han ganado terreno. Se trata de Portugal y de los países del Este -mayoritarimente Rusia, la República Checa y Rumanía- Desde el país atlántico cruzan las fronteras por todas los vías posibles, incluso, según la policía, a pie por pasos naturales.
Trasiego del Este
Pese a su lejanía, el trasiego desde los países del Este también ha ido en aumento. El caso de una red de ocho inmigrantes chinos desarticulada hace menos de un mes en el barrio de Tetúan ejemplifica este auge. En poder de los detenidos, la policía descubrió una carta que anunciaba la llegada desde Moscú de un cliente.
La misiva indicaba quién iba a controlar el viaje y establecía una tarifa: 9.500 dólares (1.300.000 pesetas). Los arrestados también ocultaban una lista con 35 nombres chinos, junto a los que figuraba una cifra que oscilaba entre las 20.000 y las 50.000 pesetas. Los investigadores apuntan que estas cantidades correspondían a la extorsión mensual.
Una vez en Madrid, según la policía, los ilegales caen en otra trampa: la falta de permiso de residencia, un documento que la mafia vende por medio millón de pesetas. Para satisfacer estos pagos los inmigrantes son explotados básicamente en cuatro sectores: restaurantes, talleres de confección, lavanderías y pequeños laboratorios fotográficos.
El bajo coste de la mano de obra les otorga una enorme ventaja competitiva. Así, en un taller legal de confección, el coste de coser una cremallera asciende a 25 pesetas, mientras que en uno clandestino se reduce a 8 pesetas. La policía sostiene que para hacer frente a esta competencia, en algunas ocasiones son los propios talleres españoles quienes subcontratan a los chinos.
Esto enmascara aún más el trabajo de los ilegales, que sólo en contadas ocasiones salta a la palestra -como el pasado 22 de diciembre, cuando en la calle de Andrés Obispo se descubrió un taller de confección con 11 chinos ilegales- El capital con el que se montan estas empresas procede del dinero negro obtenido en Madrid y en el extranjero.
En casi todas las desarticulaciones los agentes se topan con una misma resistencia: los arrestados se niegan a prestar declaración. Este silencio, según la policía, dificulta la penetración en las redes madrileñas. A ello se suma el ocultismo que rodea sus actos.
Jamás participan en delitos que no tengan relación con sus negocios; los afectados casi siempre son residentes ilegales que corren peligro de ser expulsados si denuncian las extorsiones. Y las quejas, si surgen, van a parar a la embajada antes que a la policía.
Internamente, otro obstáculo reside en que las pendencias entre los miembros de los clanes se dirimen puertas adentro. Sólo a veces saltan a la luz, y entonces manchan los titulares con sangre, como en el reciente caso del apuñalado en el restaurante chino Tian An Men (calle del Doctor Esquerdo, 199). El local ocultaba falsos permisos de residencia.
De hecho, una de las prácticas más habituales de la mafia consiste en falsificar documentos. En los últimos ocho años, más de 500 chinos han extraviado sospechosamente su pasaporte. Entre 1988 y 1992 sólo se registraron dos fallecimientos de chinos en una colonia de 3.000 personas.
El alimento del dragón
El principal sustento del sindicato del crimen chino son los inmigrantes. Para nutrirse, la organización opera sobre dos zonas de reclutamiento, situadas al este de China: Zhejiang, de donde procede el 90% de los ilegales, y Fujfian, que proporciona cerca del 8%, según los cálculos policiales.El resto, que constituye una inmigración blanca dedicada al comercio, sale de Shanghai, Pekín y otros territorios en expansión económica.
Zhejiang se configura así -al igual que la localidad caribeña de Vicente Noble para los dominicanos- en el principal surtidor de ilegales.
La razón, según las fuentes políciales, estriba en el retraso económico de la región, eminentemente agrícola y con una economía de subsistencia. Este subdesarrollo, en una zona de 100.000 kilómetros cuadrados y más de 30 millones de habitantes, coexiste con amplias bolsas de delincuencia organizada. Son precisamente estas redes locales las que se erigen en el primer eslabón de la cadena mafiosa.
Desde Zhejiang, los chinos son transportados a Hong Kong. En esta populosa metrópoli oriental las mafias han desplegado, según la policía madrileña, un inmenso operativo de traslado que expande sus tentáculos por el mundo. Es la cabeza del dragón.
Allí reside presumiblemente el jefe de la organización, el hombre que reparte las consignas a los tíos y que decide el cambio de itinerarios. Desde Hong Kong se siembra el orbe de inmigrantes iegales.
Pero los servicios del gran dragón tienen un precio. El coste del billete se fija en relación al lugar de destino. En el caso de la lejana Madrid, el viaje cuesta en torno al millón de pesetas, una fortuna para los ciudadanos de un país con un producto nacional bruto per cápita 30 veces inferior al español.
Mucho dinero para quien no tiene más bien que su fuerza de trabajo. Al llegar a su destino, esos campesinos de Zhejiang iniciarán otro viaje: el de la explotación.
El impago se cobra con la muerte; el triunfo, con la extorsión. Así se alimenta el dragón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.