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Vicálvaro vota en masa que el reloj parroquial dé 736 campanadas al día

Octavio Cabezas

El carillón de la iglesia de Santa María la Antigua, en Vicálvaro, seguirá dando 736 campanadas diarias, de nueve de la mañana a doce de la noche. Así lo decidieron ayer, en un referéndum, los vecinos del casco histórico de este barrio de 42.000 habitantes. Sólo 13 de los 1.344 votantes rubricaron su deseo de acallar el reloj. La idea de la consulta, organizada por la Asociación de Investigación Histórica del barrio, surgió a raíz de las protestas de algunos residentes de casas cercanas a la iglesia, que alegaban que el tañir periódico del carillón les impedía descansar.

"Está claro que los partidarios del sí hemos ganado por goleada", se ufanaba Valentín González, presidente de la asociación, a media tarde, una vez efectuado el escrutinio. "Y esto no es todo", proseguía. "Estamos tan lanzados que vamos a crear una nueva asociación de amigos del reloj de Vicálvaro".El carillón de la discordia se inauguró el 14 de agosto de 1993. Costó unos dos millones de pesetas y sirvió a la asociación (compuesta por unos 180 vecinos interesados en el pasado de Vicálvaro) para conmemorar el cuarto centenario de la iglesia, que había perdido su primitivo reloj a principios de siglo.

A los pocos meses comenzaron las quejas de ciertos vecinos de pisos próximos, que alegaban que no podían dormir por culpa del reloj. Una vecina, Carmen de Mercado, que vive en un bajo de la calle de la Cruz del Carnero, escribió a la junta de distrito (véase El País Madrid del pasado jueves) para alegar que sufre taquicardias y arritmias por el ruido del aparato.

Las protestas han dado pie a pequeñas disputas entre detractores y partidarios del reloj, y entre los vecinos corren historias de llamadas nocturnas para ponerse verdes unos a otros. "Las que se quejan son solteronas que no tienen otra cosa que hacer", afirmaba ayer Carmen Prados, de 60 años, que vive en un bajo de la calle del Niño.

"Vistas las protestas, decidimos organizar la consulta y zanjar esta historia de un modo civilizado", contaba González, de 37 años y policía de profesión.

Huella de pulgar

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En el referéndum, que tuvo como escenario la plaza Mayor de la localidad, había que responder a la pregunta: ¿"Está usted de acuerdo con el actual funcionamiento del reloj?". Los vecinos podían firmar, previa presentación de su carné de identidad, en dos libros. Uno para el sí y otro para el no. También contaban con una urna en la que depositar sus sugerencias acerca del funcionamiento del carillón.

La soleada mañana de domingo ayudó a que la participación fuera considerable. El plantel de votantes era de lo más variopinto: desde el concejal del distrito y edil díscolo del PP, Venancio Mota, hasta una anciana de 75 años, María Vázquez, que, al no saber leer ni escribir, estampó la huella de su pulgar en el libro del sí.

Todos guardaban cola ordenadamente. Por una vez, no había limitaciones de edad para ejercer el derecho al voto. Los niños se lo tomaban más en serio aún que los adultos. Álvaro Moreno, de seis años, acudía convencidísimo, acompañado de su madre. "Me gusta que suene el reloj. Así mi abuela sabe cuándo tiene que ir a por mí", decía. Ildefonso Jiménez, jubilado que se define como "trovador de Vicálvaro", se mostraba aún más entusiasta. "Tengo 70 años, y no quiero tener más, porque con ellos me basta para defender el reloj", recitaba jaranero.

No todo el mundo echaba la rúbrica con el mismo entusiasmo. "Montar un pollo así por una chorrada", se lamentaba Ricardo Rodríguez, de 13 años. "Vengo a votar para que no se repita", añadía, levantando los ojos del tebeo mientras esperaba su turno para firmar.

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