_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vulnerabilidad frente a las multinacionales

Emilio Ontiveros

La amplitud que cobran los flujos de inversión internacional a partir de mediada la pasada década constituye uno de los factores que explican la aceleración del proceso de integración económica y financiera internacional -de globalización- y también del crecimiento de algunas economías en esos anos, de forma destacada la española. Son las inversiones directas, y las empresas multinacionales su principal vehículo, las que contribuyen a esa significativa reestructuración en los patrones de propiedad y en la dinámica competitiva del conjunto de los países industrial izados. Junto a su crecimiento, el rasgo característico más destacado de ese periodo es la alteración en la distribución geográfica de esos flujos de inversión, siendo a partir de entonces los propios países industrializados los principales receptores, en especial la Europa comunitaria. A ello contribuyó el horizonte abierto por el mercado único y la competencia desatada entre los Gobiernos para hacer de sus países la localización de empresas multinacionales, arbitrando incentivos y adaptando sus políticas económicas a esos propósitos.España fue uno de los principales destinos de esos flujos de inversión directa, con un lugar todavía más destacado si se comparan con el tamaño de su economía. Desde el 0,9% del PIB que suponían esos flujos a principios de los ochenta, no dejaron de aumentar hasta 1991, en que alcanzaron un 3%, excluidos los beneficios reinvertidos, según datos de la OCDE. El promedio del conjunto de los países industrializados no llegó a superar en ningún año de ese periodo el 1,6% del PIB. Una parte creciente de la capacidad industrial del país fue situándose bajo el control de empresas extranjeras y con ellas las ventajas clásicas que se suponen asociadas a este tipo de inversiones: generación de empleo, aumento de las exportaciones, difusión tecnológica y de técnicas de gestión, etcétera. El carácter relativamente más estable, menos vulnerable, de estos pasivos exteriores no podía ser sinónimo, sin embargo, de arraigo definitivo.

Más información
Un largo río de ajustes
Las multinacionales se repliegan

La intensidad y extensión internacional de la recesión económica no sólo puso freno a esa expansión de la inversión directa, sino que dio paso a una creciente desinversión, cuando no a la mera liquidación de algunas filiales en el exterior de esas empresas. Junto a la dilución de algunas de las ventajas comparativas que ofrecía el establecimiento en nuestro país -lo que se pone de manifiesto en la deslocalización de algunas inversiones-, la contracción de la demanda mundial ha obligado al definitivo repliegue de algunas empresas a sus cuarteles domésticos.

Independientemente de exigir la satisfacción de los eventuales compromisos o contrapartidas que algunas de esas empresas extranjeras suscribieron a cambio de los incentivos recibidos a su llegada a España, la respuesta política a esa vulnerabilidad frente a decisiones de empresas extranjeras no puede ser otra que la de propiciar la mejora de la competitividad de las empresas españolas. Algo que otros países han ensayado con éxito y que en el nuestro quedó en un tímido Plan de Internacionalización de la Empresa cuyos resultados son, cuando menos, cuestionables. En el contexto de globalización actual, la inversión en el exterior es una precondición para la expansión de las exportaciones en un número creciente de sectores. La internacionalización de la empresa española contribuirá a la creación de puestos de trabajo en España, asegurando que el dinamismo exportador no radique exclusivamente en depreciaciones del tipo de cambio más o menos circunstanciales.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_