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Tribuna
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La recuperacion, en peligro

Coincidiendo con esta temprana primavera, despuntan algunos signos de reanimación de la economía española. El año de 1993 fue helador por una caída del producto interior en un 1%, sin precedentes desde, la posguerra. El ánimo mostrado por la Bolsa a partir de octubre de 1992 y la recuperación de la demanda de dinero desde el fin de ese mismo año, y de la producción industrial en el cuarto trimestre de 1993, parecían indicar el final de estas heladas moscovitas. Pero se oyen truenos en los bancos centrales de Alemania, EE UU y Japón que asustan a nuestros financieros y confunden a nuestros empresarios.En estos momentos, la confianza de los inversores se centra toda ella en dos datos, los tipos de interés y la inflación; la de los consumidores, en que se conjuren los peligros que se ciernen sobre sus puestos de trabajo. Por desgracia, pese a la bajada de antes de ayer del precio oficial del dinero, nadie parece creerse del todo que los tipos y los precios vayan a comportarse más moderadamente, ni que aumente significativamente la oferta de puestos de trabajo.

Los vientos marceros han venido de EE UU y de Alemania. La economía americana venía creciendo desde los últimos tiempos de la presidencia de Bush, pero los inversores americanos no acababan de creérselo, supongo que porque el paro afectaba esta vez a las clases medias altas y yuppies en general. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greespan, y el Departamento del Tesoro decidieron que era necesario echar mucho carbón a la caldera: los tipos de interés americanos cayeron, aunque parezca increíble, a niveles entre el 3% y el 2%. Tanta presión tenia que hacer efecto: la economía americana ha crecido en el último trimestre del año 1993 a más del 7% y los mercados temen que la Reserva Federal encarezca el dinero, lo que redundaría en una retirada de fondos de los mercados europeos y una subida del dólar.

Por su parte, los alemanes sufren un problema inflacionista que les asusta más porque la liquidez se ha puesto a crecer a velocidades de vértigo: en enero, la oferta monetaria M3 ¡al 20,6! Cunde el temor, por ese lado también, de subidas de tipos de interés o por lo menos de un parón en la reducción qué tantos anhelan.

Del Japón, nada digamos, pues siguen en plena crisis y encima peleados con el presidente Clinton que les amenaza con una guerra comercial.

Yo preferiría que todos se estuvieran más quietos. No creo que sea posible influir positivamente en las depresiones con cambios constantes en las políticas monetarias. En tiempos más keynesianos, la profesión económica recomendaba reducciones de impuestos y aumentos del déficit para combatir la depresión. Los keynesianos reconvertidos al monetarismos emplean ahora retoques constantes de los tipos de interés para gobernar la temperatura económica.

Los economistas no sabemos qué gobierna las variaciones a corto plazo ni cómo controlarlas. Los gobiernos deberían reducirse a fomentar la competitividad de la economía con un marco legal adecuado. Los bancos centrales a mantener en lo posible un valor estable del dinero.

Los banqueros centrales se han convertido en una de las causas más potentes de inestabilidad de las economías. Su empeño en usar los tipos de interés a corto plazo para enfriar o reactivar economías, su creencia en que es posible combatir el ciclo económico con modulaciones continuas de la política monetaria y cambiaria, contribuyen a que desviemos la vista de las reformas que aumentarían la capacidad de crecimiento de nuestro país.

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