Nuestro teatro está en la Unión Europea desde el siglo XII
Löfgren, nacido hace 58 años en el círculo polar ártico, ha logrado revitalizar al Dramaten. En menos de diez años han desaparecido las críticas surgidas (antes de que ocupara su cargo) sobre la burocratización de esta institución y el público abarrota las seis salas del teatro sueco. A ello ha contribuido, sin duda, el cada vez más sólido idilio profesional que mantiene con Ingmar Bergman, habitual director de los montajes que estrena esta factoría.Pregunta. ¿En que va a consistir la colaboración española con el Dramaten?
Respuesta. Cuando me enteré de que nuestros vecinos del Museo Nacional de Suecia traían una exposición sobre Goya recordé una obra de Buero Vallejo sobre el pintor [El sueño de la razón], vi una oportunidad inmejorable para devolver a España la invitación que en varias ocasiones nos han hecho. Además todo el mundo recuerda con admiración el montaje que hace años hizo el Dramaten con La fundación, de este autor español.
P. ¿En que afectará al Dramaten la incorporación de Suecia a la Unión europea?
R. Con franqueza, en el teatro sueco la Unión Europea es algo que se da desde el siglo XII, lo que necesitamos son recursos para invitar a colegas extranjeros, porque tenemos claro que cosas como la exposición de Goya o el estreno de Buero van a significar mucho y estoy convencido que los 90 van a ser la década de la cultura.
P. ¿Qué logros cree haber alcanzado en sus nueve años de gestión?R. Creo que hemos desarrollado un teatro moderno desde el punto de vista artístico, que por primera vez es popular, con contactos muy amplios y lo hemos hecho con una nueva generación de profesionales.
P. ¿Ha conseguido arrojar del templo a los burócratas?.
R. Los hemos echado, pero ahora quiero que echen dinero al templo.
P. Un templo que es toda una fábrica de teatro que recibía duras críticas antes de que llegara usted.
R. Del 60% de ocupación por parte del público en cuatro salas hemos pasado al 93% en seis, que en abril se aumentarán a siete; ahora somos cuatrocientas personas, de las que 90 son actores. Todo ello ha ocurrido en un momento en el que la subvención se ha reducido en nueve anos en 35 millones de coronas, (6.120 millones de pesetas), pero lo hemos compensado con más público.
P. ¿En qué ha consistido la reincorporación de Bergman al Dramaten, que él ya dirigiera hace dos décadas, además de estrenar allí montajes que automáticamente se convierten en míticos?
R. Antes de ser director del Dramaten dirigí el departamento de dramáticos de la televisión sueca, donde produje La flauta mágica y Escenas de un matrimonio, nos conocíamos bien y ahora nos sentimos como dos hermanos trabajando en la misma construcción, a veces no estamos de acuerdo pero siempre gana lo mejor para nuestro proyecto.
P. ¿Él trabaja con el equipo o se limita a dirigir montajes?.
R. Siempre procuro involucrarle en todos los proyectos, a veces lo consigo; ahora trato de hacerle escribir, ha hecho un texto que se llama El último grito, no me gustó la simbología del título y va a escribir otra obra.
P. ¿En qué le ha influido que en el Dramaten hayan trabajado antes figuras del teatro contemporáneo como Olof Molander, Alf Sjöberg, Bertolt Brecht o el propio Bergman?
R. Si pensara en esto a menudo habría huido a un escondite en lo más profundo del bosque, pero lo cierto es que ellos son una fuente de inspiración.
P. ¿Cómo ve al teatro dentro del panorama mundial de la cultura?
R. En nuestra profesión el contacto físico es importante. Para los jóvenes es fundamental ver a colegas extranjeros, en ellos hay un gran interés por discutir cuestiones existenciales, en este mundo tan cambiante..., debatir sobre el papel del actor independiente [tema que el Dramaten acaba de abordar en un seminario]..., sobre qué aspecto va a tener el nuevo teatro que debe representar al individuo en la sociedad y más en estos tiempos.
Hemos echado a los burócratas del templo, pero ahora quiero que echen dinero al templo
Babelia
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