La fiscalía de Roma quiere procesar a Carreras por cobrar en 'negro' 10 millones de pesetas
Cresci, el director de la ópera romana, deja un déficit espectacular
Pier Filippo Laviani, magistrado de la Fiscalía de la capital italiana, ha pedido el procesamiento del tenor español José Carreras por haber cobrado mayoritariamente en negro de la ópera de Roma un caché de 130 millones de liras (más de 10 millones de pesetas) por un concierto por el que, según la reglamentación de los teatros líricos italianos, no podía recibir más de 40 millones de liras. La petición de procesamiento de Carreras, sobre la que el juez instructor Eduardo Landi deberá pronunciarse el próximo 14 de marzo, forma parte de unas diligencias que implican a más de 20 personas.Aparte del tenor español, figuran otros artistas cuyos nombres no han transcendido y, de manera destacada, Giaripaolo Cresci, polémico superintendente de la ópera de Roma. Cresci, que está a punto de ser sustituido por Sergio Escobar, superintendente de la ópera de Bolonia, deja al teatro de la capital con una deuda de unos 50.000 millones de liras.
El pago en negro a Carreras, para obviar las tarifas fijadas por la Asociación Nacional de Entes Líricos (ANELS) italianos, organismo paraestatal que agrupa a unos teatros fuertemente subvencionados, es una de los muchos presuntos delitos que el fiscal Laviani reprocha a Cresci. Otros están relacionados con el alquiler de alfombras por más de 350 millones de liras; con la inversión de 50 millones de liras en un montaje de Aida jamás realizado; con el gasto de 27 millones de liras en cursos de inglés para el personal de seguridad del teatro, y con la contratación de tres relaciones públicas que cobraron 203 millones de liras anuales por unas tareas que hubieran debido ser realizadas por personal a sueldo ya existente.
Precio excesivo
Carreras cobró la cifra contestada precisamente por un concierto celebrado el 15 de junio de 1992, que señaló su regreso triunfal a un teatro en el que no había cantado desde su enfermedad. El tenor, que en aquellos días se encontraba en pleno proceso de divorcio, llegó a Roma apenas dos horas antes del recital en avión privado y abandonó por el mismo medio la capital italiana inmediatamente después de su actuación. La reglamentación de la ANELS establece que un concierto con piano, como era el caso, no puede ser pagado con más de 30 millones de liras, más otros 10 en concepto de gastos de estancia y transporte.El fiscal Laviani sostiene en su requisitoria que el sobreprecio pagado a Carreras representa "una violación no justificada de las tarifas de la ANELS". Mario Dradi, agente de Carreras en Italia, ha replicado que "Cresci garantizó que un patrocinador privado habría corrido con la parte de los gastos que excedía de la tarifa". "Luego", ha dicho Dradi, "de ese patrocinador no se supo nada, y por ello considero probable que el dinero para el recital fuera desviado de las sumas pagadas por la Stet (empresa estatal italiana) como subvención de toda la temporada operística de aquel año".
El tenor Josep Carreras afirmó ayer que tenía "la conciencia tranquila tanto a nivel legal como a nivel ético y moral". En su únicas declaraciones sobre este caso ayer a Televisión Española en Cataluña, Carreras dijo: "Estoy entre indignado y divertido. Firmé un contrato con la ópera de Roma, creo que en 1992, para realizar un recital. Era un contrato legal en el que se establecían unos honorarios. Se me pagaron y en consecuencia pagué los impuestos correspondientes. Recibí los honorarios a través de los canales oficiales que Italia exige en estos casos. En este sentido, estoy indignado. Por otra parte, también estoy un poco divertido, porque conociendo la picaresca italiana y sabiendo que estamos a un mes de las elecciones en Roma, se ve que es una maniobra política por parte de alguien, contra el director de la ópera de Roma, contra la ópera de Roma o contra no sé quién. Estoy tranquilo porque tengo las espaldas cubiertas tanto a nivel legal como a nivel moral".
El cese de Giapaolo Cresci al frente de la ópera de Roma está rodeado de las circunstancias políticas propias de un sector, como el de la lírica, que en Italia ha sido objeto del reparto de influencias entre los partidos. Cresci es, en efecto, un democristiano afín al histórico Amintore Fanfani y luego al ex secretario general Arnaldo Forlani. El superintendente cesante hizo su carrera en el departamento de relaciones públicas de la televisión estatal, RAI, y fue persona por completo extraña al mundo de la ópera hasta que, desde la SACIS, sociedad que gestiona los derechos externos de la RAI, organizó el famoso concierto de Caracalla con José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti.
Logia P-2
Ex miembro de la logia masónica Propaganda 2 (P-2), Cresci llegó a la ópera de Roma en 1991 con la determinación de convertirla en un teatro de gran éxito popular basado en el repertorio más convencional, como Aida, Trovador, Boheme o Rigoletto. Para convencer a todos de que lo había logrado, Cresci no ha dudado en regalar porcentajes importantes del billetaje; en mantener una claque que actuaba como un verdadero comando de choque; en ser a menudo el último que seguía aplaudiendo una representación, mirando desafiante a la sala desde el proscenio cuando el público ya se había ido, o en declarar por televisión que quienes le criticaban eran poco menos que cuatro intelectuales afeminados y con veleidades germanoides no compartidas por los italianos.Pese a ello y pese al eclipse de sus mentores políticos y al déficit acumulado, Cresci ha logrado seguir dirigiendo la ópera de Roma, en los últimos tiempos con la ayuda artística del anciano compositor Giancarlo Menotti. Su defenestración tardía se debe a la reciente conquista por la izquierda del Ayuntamiento de Roma, que es el principal patrón del teatro.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.