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GUERRA EN LOS BALCANES

Un asedio ante los ojos del mundo

Los serbios han mantenido un brutal cerco sobre la capital bosnia sin temor a una intervención exterior

Ramón Lobo

La maquinaria de guerra de la OTAN ha tardado 22 meses en ponerse en marcha, en resultar creíble en su amenaza. En ese mismo espacio de tiempo, 10.000 personas, de ellas 1.600 niños, han perdido la vida en Sarajevo. De los 50.000 heridos, 15.000 han quedado mutilados. A pesar del silencio actual de las armas, del éxito del alto el fuego impuesto por la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) que dura ya 13 días, la gente, tallada en el escepticismo, desconfía del futuro.La obediencia de una parte de la artillería serbia al duro ultimátum de la OTAN representa -además de cuestionar la timorata diplomacia occidental- un importante giro en la guerra. Se trata del primer paso atrás de los agresores desde que el 5 de abril de 1992 los radicales del Partido Democrático Serbio (SDS) del psiquiatra Radovan Karadzic, armados hasta los dientes con los pertrechos del antiguo Ejército yugoslavo, iniciaran el asedio sobre Sarajevo. Ahora se abren posibilidades de copiar el modelo en Mostar, Tuzla, Srebrenica, Zepa, Gorazde o Bihac hasta detener el enfrentamiento en toda Bosnia-Herzegovina.En aquellos primeros días de abril los ciudadanos de Sarajevo no pensaban que los serbios llegarían tan)ejos en su envite. Estos, amparados por la Serbia de Milosevic y los titubeos de la Unión Europea, llevaron sus carros de combate hasta los aledaños del barrio viejo, dando la impresión de poder conquistar toda Sarajevo.

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Si se renunció a la toma en aras de no tener que alimentar a una ciudadanía hostil o si ésta resultó imposible ante la firme defensa bosnia, lo cierto es que los serbios estabilizaron los frentes, cerraron las principales salidas de la ciudad y dejaron atrapada a una población de medio millón de personas -hoy reducida a menos de 300.000-, convirtiéndola en objetivo de los bombardeos indiscriminados.

El primer ejemplo de la nueva y macabra estrategia llegó el 27 de mayo de 1992. Una cola del pan en la calle Vase Miskina fue alcanzada de lleno por tres granadas de mortero lanzadas desde el monte Trebevic. 16 personas perdieron la vida y 150 resultaron heridas. Las imágenes recorrieron el nervio de la conciencia occidental. La matanza del pan llevaba la firma inconfundible de Karadzic.

Junio, julio y agosto fueron especialmente terribles. Los indiscriminados bombardeos obligaron a la gente a malvivir, agazapados en sótanos, durmiendo en trasteros, hacinados, sin agua y sin electricidad. Los francotiradores hicieron su aparición sembrando el terror en las calles. La posibilidad de morir se convirtió en compañera inseparable de cada ciudadano de Sarajevo.

El Consejo de Seguridad de la ONU reaccionó el 8 de junio de 1992, al aprobar la extensión del mandato de Unprofor, hasta ahora limitado a Croacia, enviando los cascos azules para garantizar la desmilitarización del aeropuerto de Sarajevo, controlado por los radicales serbios, y permitir el paso de ayuda humanitaria, única fuente de alimentación posible para la población civil. Tres días después, el 11 de junio, entraba en Sarajevo el primer convoy de la ONU. Tras arduas negociaciones, Karadzic entregó el aeropuerto a Unprofor el 28 de junio de 1992, después de la inesperada visita del presidente francés, François Mitterrand.

En el frente diplomático, la comunidad internacional auspició en la Conferencia de Londres, celebrada el 26 y 27 de agosto de 1992, una solución pacífica sobre la base del reconocimiento de las fronteras aceptadas internacionalmente. Cinco meses después, el 3 de enero de 1993, se inauguró en Ginebra la conferencia de paz. Los mediadores empeñaron su trabajo en edificar un plan sobre la base de una división del país en diez provincias. El plan fue rechazado el 19 de mayo por el 96% de los serbios bosnios en un controvertido referéndum.

El primer invierno de Sarajevo fue extremadamente duro. Se talaron árboles y astillaron muebles para vencer a las noches de frío, con temperaturas de cinco y diez grados bajo cero. Se sobrevivió con la esperanza de que la paz estaba cerca. La palabra intervencija volvió a pronunciarse en las calles de Sarajevo y como ya sucediera en 1992, nadie acudió a la llamada de socorro.

El segundo plan Vance Owen, en el que se proponía la partición del país en tres mini Estados, en contra de lo recomendado en Londres, se negoció en junio de 1993. La suerte de Sarajevo se ligó a la marcha de las negociaciones. A cada obstáculo replicaban los serbios con obuses de artillería. Las tropas de Karadzic conquistaron los estratégicos montes Igman y Bjeslanica, cerrando el cerco a la ciudad.

El 1 de julio, un partido de fútbol en Dobrinja fue bruscamente interrumpido por las granadas serbias: murieron 12 personas (cuatro de ellas niños) y 100 resultaron heridas. Once. días después, otra granada serbia provocó ocho muertes durante un entierro. Dos granadas que alcanzaron una escuela de la capital bosnia provocaron nueve muertos y cuarenta heridos. Es el goteo que convierte a Sarajevo en un símbolo del sufrimiento y de la pasividad internacional.

En septiembre de 1993, el Parlamento bosnio rechaza de hecho el segundo plan Owen. El 19 de enero de 1994 se reanudó la conferencia de Ginebra en un vano intento por reactivar la vía diplomática. Tres días después, una granada acababa con la vida de seis niños que jugaban en la nieve. Una nueva matanza volvió a sembrar de cadáveres las calles de la capital el 4 de febrero. Nueve personas murieron en el barrio de Dobrinja, el más castigado, cuando proyectiles serbios hicieron blanco sobre una cola de harina. Pero la más grave de todas tuvo lugar un día después: un granada segó la vida de 68 personas e hirió a 197 en el abarrotado mercado de Markale. El Gobierno bosnio responsabilizó de la matanza a los sitiadores, extremo éste que los expertos de Unprofor no han podido confirmar.

La reacción internacional no se hizo esperar: el 9 de febrero, tras una dura pugna interior, la OTAN dio un ultimátum de 10 días a los serbios para que retiraran o entregaran a la ONU todo el armamento pesado desplegado en un radio de 20 kilómetros desde el centro de Sarajevo. Unprofor arrancó un alto el fuego, el primero respetado en 22 meses. Desde entonces sólo una persona ha perdido la vida. El éxito producido por la firmeza de la OTAN hace aún más irritante la pregunta de por qué no se hizo antes. La paz de Sarajevo, que llega 22 meses tarde, se parece más a la paz de los cementerios que a la verdadera paz, a esa a la que aspiran todos los bosnios.

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