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De trinchera a trinchera

Se reconocen por la voz, nunca se han visto de cerca y tienen amigos comunes. La trinchera de Enver, soldado musulmán, se encuentra a unos 100 metros bajo del puesto de observación de Dobro, soldado serbio. Antes de la guerra, Enver distribuía cerveza al hotel Bistrica, en el monte Olímpico de Jahorina. Dobro trabajaba como cocinero en el mismo hotel."Dobro, ¿estás ahí?", gritaba ayer Enver cuesta arriba. "Sí", respondía Dobro, mirando hacia abajo, intentando distinguir a Enver entre los árboles de pinos y la nieve. "Quiero preguntarte por algunos amigos", gritaba Enver. Y enumeraba una serie de nombres serbios. "Djordje tiene un restaurante; Milia se fue a Serbia...", precisaba Dobro, dónde se habían ido los amigos comunes.

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Por medio de los prismáticos, la enviada de este diario pudo divisar el hombre abajo y gritó: "¿Cuándo se acabará esta guerra?" "Si por mí fuera, mañana. Sin embargo, yo no decido nada", respondió Enver varias veces, para que sus palabras se pudieran distinguir cuesta arriba y a distancia.

Por fin, Dobro le tiró una botella de brandy, pero ésta se estrelló contra los árboles. Se despidieron hasta la próxima conversación, prometiéndose uno a otro que saludarían a los amigos comunes.

Entre tiro y tiro

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Las conversaciones a gritos, de trinchera a trinchera son comunes, asegura Dobro, cuando no se dispara. Más aún, a veces hay acuerdos. Los serbios en Bosnia Herzegovina guardan un especial odio hacia los musulmanes de Sandzak (Serbia), al considerarles los artífices de la política extremista musulmana. Por otra parte, los musulmanes de Sarajevo y de Bosnia les tratan de arribistas.

"No disparen hoy. Mañana los de Sandzak estarán de guardia, nos advierten los musulmanes nuestros", dice Risto, en el puesto de observación en Trebevic, alegando que la guerra ni siquiera hubiese estallado si no fuera por los extremistas de Sandzak.

Desde el puesto de observación número 105, donde Dobro conversa a gritos con Enver, la vista abarca numerosos montes y colinas a la derecha y los rascacielos de Sarajevo a la izquierda. Dobro intenta explicar a esta corresponsal por dónde está la línea del frente, pero es dificil divisarla.

No es recta. Los dos ejércitos están intercalados en los bosques, montañas y colinas. En algunas partes sólo 50 metros dividen las trincheras. Por eso, se pueden hablar y a veces se hace negocio entre los adversarios en la guerra. Sin embargo, Dobro piensa que la paz está lejos. "No sé si un día llegaré a conocer la cara de Enver. De todos modos, la paz no depende de nosotros", concluye.

La guerra, cruel siempre, deja, paradójicamente, un espacio para el entendimiento. Incluso entre acérrimos, irreconciliables enemigos.

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