"No tengo miedo de decir que soy de izquierdas"
El vicesecretario general del PSOE, de 53 años, parece todo menos intranquilo ante el congreso federal que se celebrará en Madrid del 18 al 20 de marzo. Preocupado por el debate nacionalista, Guerra se lamenta porque "poca gente habla de España".
Han sido meses de silencio voluntario. Uno de los más polémicos congresos del PSOE se acerca, y Alfonso Guerra cree llegada la hora de que se le escuche.
Pregunta. ¿Por qué?
Respuesta. Lo primero a considerar es si no hay silencios elocuentes. En una época como la que vivimos, una época de cierta charlatenería, tal vez el silencio de los hechos, de los acontecimientos, de algunas personas, sea lo más elocuente.
P. Es decir, se ha estado mordiendo la lengua.
R. No, al contrario. He hablado con mi silencio.
P. ¿Cuál era el mensaje oculto de ese silencio?
R. No creo que sea tan oculto. Pienso que la gente se da cuenta de que en un momento precongresual del PSOE, en el que en el partido surgen posiciones diferentes, en el que se oyen algunas declaraciones que, con intención o sin ella, más pueden producir fragmentación que unidad, tal vez a eso hay que responder no contestando.
P. ¿Y por qué sale ahora a la palestra?
R. En la misma dirección de no producir división estoy dando respuesta a algunos problemas que creo preocupan a los ciudadanos. Procuro ir un poco a ras de tierra, no entrar en juegos divisionistas. y hablar de cosas que afecten
P. ¿Está realmente dividido el PSOE?
R. Un número importante de militantes mantiene una posición más expresamente sustentada sobre el pensamiento socialista, mientras otros se aproximan a posiciones que podríamos llamar socioliberales.
P. ¿Quiénes son éstos?
R. Son los que creen que el socialismo debe aceptar como un mecanismo justo de distribución de los recursos el mercado liberal, lo que llaman el libre mercado. Mi punto de vista es que el mercado nunca ha sido libre.
P. ¿Distingue algún sector más?
R. Sí, empieza a surgir otro grupo de personas que piensan que el papel de los que ocupan puestos en las instituciones está por encima del papel de los partidos. Piensan que las personas que tienen relevancia en los cargos públicos deben ocupar o invadir el terreno que habitualmente ocupan los partidos.
P. ¿Y esto está eclipsando el debate político?
R. Sí, a veces se eclipsa lo que ha sido un debate político interesante por un debate en el que la ocupación de parcelas de poder dentro del partido sustituye al debate político.
P. ¿Pero está habiendo debate político?
R. Sin duda. Ante una ponencia política de 150 folios han surgido casi 8.000 enmiendas.
P. Esto se puede interpretar también como una contestación.
R. Evidentemente. Cuando se presentan 8.000 enmiendas es que hay insatisfacciones. En general, hacen hincapié en planteamientos socialistas o de preocupación social.
P. ¿Qué apartado ha recibido más enmiendas?
R. La polémica sobre el Estado de bienestar, en el sentido de no sacrificarlo.
P. ¿Y qué posibilidades reales hay en España de mantenerlo?
R. Lo primero que hay que preguntarse es qué es el Estado de bienestar. Algunos confunden, quizá por premura, quizá por pereza, una serie de prestaciones sociales con el concepto del Estado de bienestar. A mi juicio, el Estado de bienestar es una transacción social histórica por la que el capital cede ante algunas de las reivindicaciones de los trabajadores, y los trabajadores, sin renunciar a los beneficios colectivos, aceptan la virtualidad del mercado. A mi juicio, el Estado de bienestar no está en crisis. Lo que está en crisis es el sistema capitalista, que dice hoy que no puede mantener ya ese pacto social. Aquí interviene. un elemento exógeno muy importante, la desaparición de la doble amenaza del poder de la Unión Soviética: la de conflagración internacional por las armas nucleares y la de incendiar socialmente Occidente con la aparición de los partidos comunistas. Para colmo, como las cosas no pasan nunca por casualidad, esto ha coincidido con 10 años de gobierno en EE UU de Ronald Reagan y en Europa de Margaret Thatcher, que han tenido una enorme influencia sobre el pensamiento europeo, tanto de los conservadores como de los socialdemócratas. El principio del crecimiento económico como único elemento para tomar la medida del éxito social de una nación impera en todas las filosofías, de un lado y de otro. Algo que yo no acepto, sencillamente.
P. ¿Da a entender que el Gobierno español también se ha contaminado?
R. No, estoy haciendo un análisis mucho más general. Hasta ahora hemos oído con profusión que gobernar es el arte de lo posible. A mi juicio, gobernar es hacer posible lo que es necesario en un momento histórico. Es verdad que en Europa ha habido un cierto deslizamiento hacia el esquema de que las distintas ideologías han dejado de tener sentido. La crisis económica estrecha los márgenes, pero cuando los partidos actúan, lo pueden hacer con voluntad transformadora o sin ella.
P. ¿El Gobierno español está haciendo todo lo posible para acercarse a lo necesario?
R. ¿Mi opinión política qué importancia tiene? Lo que importa es la opinión de los ciudadanos. Y éstos interpretan que hoy en España y en Europa ha un cierto deslizamiento hacia posiciones de menos contenido social. Si uno mira los datos, resulta que España, que hace 10 años en gastos sociales dedicaba e 73% respecto a lo que dedicaba el conjunto de la Comunidad Europea, en el año 1992 dedicaba el 92%. Sin embargo, la percepción de la sociedad parece que va e otro sentido.
P. ¿La presencia de ministro no socialistas implica que ahora se premia menos el compromiso político?
R. Que haya ministros independientes no tiene por qué significar que el compromiso político
co pierda fuerza, pero ser independiente no puede ser un estadio de militancia superior a la propia militancia.
P. ¿Cree que su abandono de la vicepresidencia ha derechizado el Gobierno?
R. No soy tan presuntuoso como para pensar que mi presencia o mi ausencia en el Gobierno cambie la política del Gobierno.
P. Pero sí da la impresión de que dentro del partido se considera el guardián de las esencias socialistas.
R. Yo no soy guardián de nada, pero sí es verdad que yo personalmente no tengo miedo de decir que soy socialista y que soy de izquierdas. No hay una ideología más firme y más conservadora que aquélla que afirma que no hay ideología.
P. Por vez primera, un debate precongresual del PSOE se está planteando como un enfrentamiento entre líderes. Por primera vez se ha ha hecho el recuento de quiénes están con unos y otros.
R. Algunos lo han querido así, algunos han tenido la intención de contar, aunque no han explicado muy bien para qué.
P. Personalmente, sí se incluirá en el sector guerrista, aunque le dé cierto pudor decirlo.
R. No es una cuestión de pudor, sino de intereses. Hay gente interesada en ligar todo un posicionamiento de un sector muy importante del partido socialista a una persona. No lo acepto.
P. Pero usted mismo ha establecido una correlación de fuerzas de 40% (guerristas), 40% (renovadores) y 20% (integradores).
R. No, yo no he usado alguna de esas denominaciones. Utilizando el baremo 75% de delegados para la mayoría y 25% para la minoría, que es el que hoy utiliza el partido -por cierto, no sé por qué su periódico se ha empeñado en atribuirme la paternidad de ese sistema, cuando yo estuve en contra-, mirando las actas de todas las elecciones, llegamos a la conclusión de que hay un grupo de listas que ha obtenido el 40% en el nivel provincial. Si fuera en el local, tendría más del 40%, ya que ha habido el filtro del 75%-25%. Y otros dos grupos de listas, el 40% y el 20%. Y eso se podría significar en tres grandes grupos: los que a sí mismos se identifican más cercanos a las posiciones socialistas, los que se autocalifican de renovación y otros que han dejado claro que no estarían nunca con ningún tipo de mayoría que fuera excluyente, a los que se ha denominado integradores. Hay que añadir, porque algunos no quieren estudiar los datos -la pereza es uno de los grandes males de los que se dedican a la política-, que hay unos 12.000 delegados provinciales y comarcales que han elegido 888 delegados al congreso federal. SI de esos 12.000 votantes solamente 25, eso sí, distribuidos ocho en Madrid y Huelva, siete en Málaga y dos en Murcia [provincias donde los guerristas perdieron por estrechísimo margen], la diferencia en delegados sería absolutamente clara para el primer bloque.
P. Usted dijo que desearía que la próxima ejecutiva fuera equilibrada. Felipe González prefiere hablar de homogénea.
R. No son conceptos contradictorios. Creo que el secretario general hace muy bien en decir que la ejecutiva debe ser homogénea. He sostenido siempre que las ejecutivas deben ser homogéneas.
P. ¿Qué entiende por equilibrada?
R. La etimología lo dice, que haya equilibrio, que no frustre a sectores de la organización, que la inmensa mayoría se sienta satisfecha.
P. ¿Que responda a ese 40-40-20?
R. Eso no es equilibrado, eso es proporcional. No es una cuestión de cifras, sino de recoger a personas que signifiquen posiciones importantes del partido, competentes, que tengan detrás peso de organización, que estén realmente apoyadas.
P. ¿Pero por qué teme que no ocurra así?
R. ¿Y quién ha dicho que yo soy una persona temerosa.
P. ¿Cuenta con estar en la próxima ejecutiva?
R. Creo que si el partido lo decide en el congreso y la ejecutiva tiene esas características de homogeneidad, de equilibrio, de tener peso específico dentro de la organización, estaré en la ejecutiva. Puede que el partido decida que yo no esté, eso es otra cosa. Y si decidiendo que debo estar, la ejecutiva tiene unas características de fragmentación, seré yo quien no quiera.
P. ¿Y personas que han destacado en la labor de la actual ejecutiva, como Txiki Benegas y Francisco Fernández Marugán, también deben estar?
R. Desde luego, creo que el trabajo que han hecho les hace merecedores de toda consideración por parte del partido y, por tanto, de seguir desempeñando el papel que han desempeñado. Pero mi punto de vista no es importante, lo importante es lo que diga el partido.
P. Dada la nueva correlación de fuerzas, ¿piensa que otros líderes socialistas, como Narcís Serra, Carlos Solchaga y Javier Solana, deben estar en la ejecutiva?
R. Ustedes pretenden que dé una especie de bendición a los que citan. Eso sería violentar la decisión del partido.
P. Los ciudadanos parecen creer que hasta ahora las ejecutivas eran hijas suyas.
R. Primero debo hacer una observación. Tengo la impresión de que las personas normales que no están en la política no creen eso. Aún más, no se ocupan de estas cosas. Pero si fuese ésa la opinión que se tuviera de cómo se han confeccionado las listas, sería errónea. Creo en la necesidad de conceder una importancia notable al secretario general del partido y en que la composición de la dirección la debe decidir el congreso, porque el PSOE es un partido democrático. Por cierto, en el Partido Popular no se hace así. En el PP eligen al presidente, y él elige al comité ejecutivo, y siempre lo hemos criticado los socialistas.
P. ¿Y no hay un problema de fabricación de líderes, de alternativa, en el seno del PSOE?
R. Cuando un partido tiene un líder muy claramente identificado no ve a los que sí existen como alternativas. No es que no las haya, es que no las ve, porque no se está pensando en la sustitución. El día en que se planteara esa necesidad, las alternativas surgirían. Cuando hace falta un líder, en política como en la vida, los agujeros siempre se llenan, los vacíos siempre se ocupan.
P. ¿Qué tipo de diálogo mantiene con González?
R. Fluido, cada dos semanas nos vemos en la reunión de la ejecutiva y conversamos con la misma cordialidad de siempre.
P. ¿Cuándo estuvo en La Moncloa por última vez?
R. Creo recordar que fue en junio.
P. Entremos en el tema del voto secreto. ¿Cómo se va a utilizar ese instrumento en el congreso?
R. Creo que algunos personajes del partido han extendido durante meses que todo se vote individual y secretamente en la organización. Ahora parece que están un poco arrepentidos. E incluso me llegan invitaciones para que sea yo el que haga de bombero. Y, claro, no voy a ir con la manguera. Han incendiado el bosque, y ahora apagarlo es muy difícil.
P. Pero ¿cuál es su posición?
R. Mi postura personal, que no tiene por qué ser la opinión mayoritaria del partido, es que, cuando se eligen personas, los votantes deben tener el derecho a decir o no decir a quién eligen. Tienen derecho al voto secreto. Pero cuando se adoptan posiciones políticas creo que son los militantes y los ciudadanos los que tienen derecho a saber dónde está cada delegado.
P. ¿Es partidario de introducir enmiendas en el proyecto de reforma laboral?.
R. Hay margen para algunas mejoras en las formas de contratación, en la edad y las fases de formación en los contratos de aprendizaje y en la movilidad. He insistido mucho en que no se presta la atención al alcance de una mayor capacidad competitiva de las empresas a través de la reducción de los accidentes laborales. Eso, en valor humano, es gravísimo, no se puede medir sólo en dinero.
P. ¿Le preocupa que los sindicatos españoles estén perdiendo el referente político?
R. Seriamente, porque creo que un sindicato que no sea partícipe de algún proyecto político concreto encierra un gran riesgo de convertirse en un movimiento de protesta.
P. ¿Qué condiciones tiene que reunir el PP para que usted lo reconozca como alternativa?
R. Parece que tengo el sello... [risas] Hombre, lo primero que se debe exigir de una propuesta política es seriedad. Sobre todo en economía, lo más importante es no autoengañarse, no inventarse una realidad que no existe. Sabemos que algunos líderes del PP hablan en nombre de una secta y lo niegan. Sabemos que hay una infiltración poderosísima del Opus Dei. Lo deberían reconocer. Luego está el hecho de querer aparentar ser defensores de unas libertades que siempre han negado. Y además, no me parece que haya un liderazgo claro, aunque es verdad que las aguas están bastante calmadas.
P. En las elecciones europeas es más que probable que ganen.
R. Puede ganar un partido u otro. A la hora de votar se actúa con responsabilidad, quizá en las elecciones europeas ese grado de inquietud es menor porque a la gente no le cambia su vida.
P. ¿El actual debate nacionalista le quita el sueño?
R. El nacionalismo como reivindicación de una identidad nacional es positivo. Ahora bien, el nacionalismo unido a un concepto excluyente es muy negativo. Cuando el nacionalismo es excluyente, la cosa empieza a complicarse.
P. ¿Estas polémicas no dejan un poco en el olvido a España?
R. Un tema que realmente me preocupa es que poca gente habla de España. Durante años, el concepto de España se dejaba casi en exclusiva a los sectores más conservadores, pero ya con la democracia eso me parece totalmente ridículo. Como yo creo en España, me llama la atención y me inquieta que la gente no quiera hablar de España.
P. ¿Hacen falta nuevos planteamientos autonómicos?
R. El que hizo el PSOE hace muchos años sigue vivo. Consiste en que el Estado debe descentralizarse de tal manera que el 50% de los recursos los administre el Gobierno de la nación, el 25% las autonomías y el 25% los municipios. Hoy, lamentablemente, hay un desequilibrio enorme entre recursos de las comunidades autónomas y recursos municipales.
P. ¿Tiene base la imagen que se transmite de chantaje al Gobierno central?
R. El Gobierno ha aclarado perfectamente que no está dispuesto a soportar ningún tipo de chantaje, pero es verdad que hay gente que lo cree.
P. ¿Y esa lógica de que no hay punto final, esos documentos con nuevas exigencias?
R. El problema es que hay algunos para los que no existe el final, y yo estoy en contra de esa visión de los estatutos de autonomía. He dicho insistentemente que tiene que llegar un día de cierre. No hay ningún país del mundo en que se deje siempre abierto el sistema de la estructura del Estado.
P. ¿Cómo valora el apoyo de los nacionalistas catalanes?
R. Es muy positivo que el nacionalismo se comprometa en la marcha general de España, pero nunca puede ser a cambio de que se ceda en unas cuestiones competenciales que excedan con mucho lo que la Constitución establece. Y España no es un país centralista, por mucho que lo diga quien lo diga. España existe como concepto. Y la Constitución establece cuáles son las competencias de las comunidades, y los estatutos están para ser respetados.
P. ¿Cree peligroso convertir la lengua en un arma política?
R. Me parece peligrosísimo. Ni siquiera quiero entrar en un juicio de valor sobre la normalización lingüística catalana o de lo que llaman la inmersión. Lo que sí digo con toda claridad es que si una sola familia española que viva en Cataluña quiere que sus hijos sean educados en la lengua castellana, tiene todo el derecho a que las autoridades le garanticen ese derecho.
P. De alguna manera parece que asistimos a una especie de desbordamiento de las instituciones.
R. Hay algo de conflictividad desmedida, de facilitar la falta de autoridad. Desde determinados ámbitos hay un favorecimiento de planteamientos antisistema, antisistema de partidos políticos. Creo que un sistema democrático se fundamenta en los partidos políticos. Y su no correcto funcionamiento debe llevar a perfeccionarlos, no a combatirlos.
P. ¿La sombra de la corrupción no contribuye a ello?
R. Sin duda, sin duda.
P. ¿Cuánta corrupción hay en España?
R. Si uno lee los periódicos, mucha. Si investiga un poco más, mucho menos de lo que se dice. Lo que pasa es que existe, y no es posible que el ser humano encuentre mecanismos que hagan imposible que las personas cometan delitos. Lo que hay que vigilar es que sean los menos posibles y que sean sancionados. En España hay gente que utiliza el cargo para beneficiarse, y eso se llama corrupción. Pero hay otra corrupción de la que casi no se habla, y es la corrupción moral de personas, entidades o grupos que acusen de corrupto a quien no lo es.
P. ¿Usted se siente víctima de una situación como ésa?
R. Siempre he sido para la derecha española un objetivo principal. Estoy habituado a que contesten a cosas que nunca he dicho. Se ha pensado por la verdadera derecha, la política y la económica, por los órganos mediáticos y financieros, que yo era piedra angular para mover al PSOE. Por ello, el combate siempre ha sido encarnizado.
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