Llorando en la calle
Vas por la calle de Serrano a las tres de la mañana y encuentras a tu mejor amigo derrumbado en un portal. Antes de preguntar nada comprendes que de tanto llorar no le quedan lágrimas. Es muy difícil para un tío consolar a otro tío. Una chica enseguida se echa al cuello de la otra, lloran juntas, se comen a base de ósculos y hasta un besito en la boca queda de lo más rico, sin más.Pero este energúmeno sólo te tiene a ti en Madrid, y lo primero que debes hacer es evitar el suicidio, darle cháchara, demostrar que ahí, en Serrano, pasando frío, el chaval cuenta con un amigo; medio borracho, con corbata, pero un amigo.
-Bueno, ¿te han echado del piso o qué?
No tiene familia ni tampoco le preocupa, le basta con su novia, pero lo último que haría ella es engañarle. De cualquier forma, para un soltero que se levanta 400 billetes al mes hay demasiados hoteles con mantas frondosas en caso de que su casero lo haya echado. Se te queda mirando y no dice nada. Le pasas el brazo por el lomo.
Te han enseñado que las penas de los amigos hay que compartirlas y tratas de comprenderle, ponerte triste, pero hace demasiado frío. Tres o cuatro horas tiritando, ya le has confesado todas tus desventuras para que vea que no monopoliza las desgracias, le has contado chistes, cotilleos del trabajo... Y nada. Cuando menos lo esperas, rompe a llorar, un sonido seco, fflumm, fffjummmm, sin lágrimas. Casi olvidas que hace menos de dos grados y hasta te salen lagrimitas.
Qué mono, qué mono estás. Y qué puro. Dentro de un rato se acabará la magia, porque entonces querrás saber lo que le pasa y a medida que asome en ti la curiosidad el dolor se irá desvaneciendo.
Y si te cuenta lo que le ocurre serás capaz de contarlo en casa algún día mientras cenas con la boca llena y le pides a tu madre que te pase la servilleta.
Sin embargo, suenan tan verdaderos, tan hondos y amargos algunos llantos a las siete de la mañana, que lo más consecuente es irse, abandonar al mejor amigo en la calle. Cuando te levantas y das unos pasos, te llama.
-¿Qué?, le preguntas.
-Gracias.
-¿Por quedarme, antes o por irme ahora?
-Por todo.
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