"Madrid no tiene ideología"
Desde hace 10 años, Alberto Iglesias es otro vasco feliz en Madrid. Es donostiarra, tiene 38 años y está metido de lleno en sus nuevas partituras, más animado que nunca después de recibir el Premio Goya a la mejor banda sonora por su obra original para la película La ardilla roja, de Julio Medem. Estudió música y composición en San Sebastián, en París, en Barcelona y, al final, en Madrid. "Tengo una formación muy ecléctica y también he estudiado música electrónica. El mundo del cine me ha servido un poco como laboratorio de composición" nos cuenta este vecino de Torrelodones, que residió tres años en la calle de Hermosilla. Con él, Bigem Mendizábal , José Nieto y pocos más están creando la infraestructura de la banda sonora española. La primera música de película que Iglesias escribió fue para La conquista de Albania, dirigida por Alfonso Ungría, y luego trabajó para varias películas de Imanol Uribe, como La muerte de Mikel, para El sueño de Tánger, de Ricardo Franco; La playa de los perros, producción hispano-portuguesa con Assumpta Serna que dirigió José Fonseca e Costa; Dispara, la última de Carlos Saura, y otras creaciones para televisión, como Los marginados. Las dos películas de Medem, Vacas y La ardilla roja, son las que más han satisfecho a Iglesias.Pregunta. ¿Por qué esas dos?
Respuesta. Porque ahí ya no hay tanta diferencia entre lo que es mi música y la música que hacía para el cine. Es decir, que antes existía una división y, más que música creativa, componía música más bien funcional.
P. ¿Por qué vive en Madrid?
R. Me vine aquí para trabajar y desde el primer día me sentía como en casa. Escribo en Torrelodones y casi diariamente me vengo a Madrid y lo paso muy bien con mis amigos. Madrid es una ciudad que no te enamora, pero no sé por qué dependo de ella totalmente y me encanta. Nunca digo: "¡Qué bonita es Madrid!", pero me gusta mucho vivir aquí. Continuamente voy conociendo amigos de todos los lugares del mundo, murcianos, alemanes, gallegos. No se distingue la gente que es de aquí y los que no lo somos. Yo no los distingo. Madrid no tiene ideología como el País Vasco. Soy vasco, pero me gusta mezclarme.
P. ¿Cómo fue su trabajo con Julio Medem, reciente premio Ondas?
R. Las historias de Medem me han cautivado especialmente, y Julio me ha ayudado más porque él ve un lugar para la música en el cine. Y eso está pasando con otros autores como Bajo Ulloa, que ven la música más involucrada en sus relatos La música ya no es la última y mínima parte del presupuesto en sus producciones.
P. Txetxo Bengoechea, de 21 Japonesas, cantó Lisa, el tema central de La ardilla roja.
R. Sí, logramos que la canción y su interpretación casaran perfectamente con el aire de la película. Trabajé con Susso Saiz y llamamos a Germán Coppini, que lo hizo muy bien, pero su voz no pegaba con la interpretación del actor. Yo creía que Txetxo iba a pegar menos, pero ahí la intuición de Medem fue muy acertada.
P. ¿Se puede vivir de hacer música para películas?
R. Sí, es una de las posibilidades del compositor. No he participado hasta ahora en películas con grandes presupuestos musicales, pero voy intentándolo. Y ahora está surgiendo un mercado, la venta de discos de bandas sonoras, que puede animar a las productoras, porque por ahí pueden recuperar una buena parte de la inversión. Y, con todo esto, la banda sonora original va a cubrir lo que serían los discos de los compositores, porque nadie produce discos de compositores.
P. ¿Y ahora?
R. Estoy terminando una partitura para Nacho Duato, para la Compañía Nacional de Danza. Es un ballet Tabulae que va a estrenar en abril en el Teatro Madrid. Y estoy encantado. Publiqué Cautiva, un disco de música de cámara actual, que es el que más me define como compositor, y, al parecer, le gustó a Nacho e hizo un ballet. Y es un flipe porque Duato fotografía mucho la música, se mete dentro, y lo que he escrito de repente tiene vida, explota. Todas estas cosas cada vez me unen más a Madrid.
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