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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cortina de humo

LA UNIÓN Europea, la ONU y la OTAN se han lanzado a un frenesí de reuniones para discutir si procede bombardear las posiciones artilleras serbias en torno a Sarajevo, consideradas responsables de la matanza del sábado en la capital bosnia. Los 68 muertos de ese día se añaden a las 9.970 víctimas, 1.550 de ellas niños, en los 20 meses de asedio. En EE UU, las imágenes de los cuerpos mutilados del mercado de Sarajevo provocan la misma conmoción que en Europa. Pero allí la fuerza de una opinión pública movida por la televisión tiene un efecto inmediato sobre presidente, senadores y congresistas, que se aprestan a demostrar a su clientela que están decididos a poner fin a esta carnicería. Las posibilidades de que la OTAN, por mandato de la ONU, realice algún tipo de intervención militar contra las fuerzas sitiadoras serbias pueden por ello, dicen algunos, haber aumentado. No mucho. Lo sabemos todos, incluidos los sitiadores.La acción coordinada para que esta matanza se olvide cuanto antes sin que les suceda nada a quienes la provocaron está en marcha. El líder serbio bosnio, Radovan Karadzic, se reunió el domingo con lord Owen. Éste se apresuró a decir que los serbios bosnios están dispuestos a levantar el asedio a Sarajevo. Según Owen, los serbios acceden a la desmilitarización de Sarajevo. ¿Luego, qué sentido tiene una acción militar contra quienes no tienen sino estos loables objetivos? Owen, Karadz¡c y Milosevic han neutralizado con éxito todas las situaciones en que la indignación internacional amenazaba con poner fin a la impunidad con que se asedia y mata a civiles en Sarajevo desde abril de 1992. La división que ayer existía en la Unión Europea y entre los miembros de la OTAN fortalece la impresión de que no será distinto esta vez.

Las medidas acordadas en la Conferencia de Londres de agosto de 1992 fueron celebradas como "el principio del fin de la guerra: levantamiento del cerco a las ciudades; control del armamento pesado en torno a Sarajevo, Jajce, Bihac y Gorazde; notificación a la ONU del armamento pesado en un plazo de 96 horas; establecimiento de monitores de la ONU en las fronteras bosnias con Serbia y Montenegro; plena colaboración con los convoyes humanitarios". Después se declaró a Sarajevo área segura bajo protección de la ONU, defendida por sus armas en caso de ataque. Ni uno de estos puntos fue cumplido. En las áreas protegidas se han producido desde entonces miles de muertes.

Con un ataque puntual contra objetivos serbios no se trataría de doblegar militarmente a las fuerzas serbias. Se trataría sólo de poner fin a la convicción de Karadz¡c de que sus actos quedan siempre impunes. Como recuerda el antiguo jefe del ACNUR en los Balcanes, José María Mendiluce, las fuerzas serbias siempre han cedido cuando han creído en una amenaza, del mismo modo que retroceden cuando tienen un enemigo que no es abrumadoramente inferior. Reimplantar el respeto a los principios no es, por tanto, imposible. Pero no hay deseo de que la última amenaza europea tenga credibilidad.

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