La desunión política europea
La UE no consigue organizar en común su acción exterior y de seguridad
La política exterior y de seguridad común (PESC), o segundo pilar de la Unión Europea, cumple esta semana sus primeros 100 días de existencia sobre el papel, desde el momento en que el Tratado de Maastricht entró en vigor, el 1 de noviembre del pasado año. Durante este tiempo la única acción práctica que han desarrollado los Doce ha sido mandar observadores a las elecciones rusas. El nuevo sistema institucional, que será revisado hoy en Bruselas por los ministros de Exteriores de los Doce, se halla todavía en mantillas, con disputas sin resolver sobre organización y financiación. Pero, para colmo, su primera "acción común" sobre la ex Yugoslavia ha quedado superada una vez más por el recrudecimiento de la guerra y por las bombas serbias que caen sobre Sarajevo.Hasta el 1 de noviembre pasado, numerosos responsables europeos atribuían la ausencia de una política definida respecto a la guerra en los Balcanes a la falta de instrumentos políticos para actuar. Debía aportarlos el Tratado de Maastricht, con u famosa PESC, que permite desarrollar las llamadas "acciones comunes" en política exterior o en defensa, mediante decisiones tomadas por unanimidad que luego se desarrollan por el procedimiento de la mayoría cualificada.
Los primeros ministros de los Doce, reunidos en Bruselas en Consejo Europeo el 29 de octubre pasado, hicieron la primera lista de "acciones comunes" que debía emprender la flamante Unión Europea: ante todo, una cuestión que se consideraba obligada y primordial como era la guerra en la antigua Yugoslavia; luego, el plan para la estabilidad y la paz en Europa, ideado por el Gobierno francés para intentar neutralizar los conflictos de fronteras y de minorías en el continente; además, las elecciones en Rusia y en Suráfrica y el proceso de paz en Oriente Próximo.
La primera acción común de la UE consistía en crear corredores protegidos para garantizar la ayuda humanitaria y cerrar el plan de paz y de partición de Bosnia. Inspirada por un nuevo plan franco-alemán, iba acompañada de guiños hacia los serbios sobre un eventual levantamiento del embargo a cambio de la cesión de un 3% del territorio conquistado por sus milicias en Bosnia.
Esta primera actuación bajo las siglas de la PESC dio lugar a una insólita reunión, el 29 de noviembre, de los 12 ministros de Exteriores de la UE en la sede de Naciones Unidas en Ginebra con todos los responsables políticos y militares de todos los bandos en guerra. Posteriormente, en otro nivel de decisión paralelo, en la cumbre de la OTAN, los aliados decidieron reactivar las resoluciones de Naciones Unidas que permiten la realización de bombardeos selectivos. Los resultados están a la vista.
De las otras cuatro acciones comunes, sólo una, el envío de observadores a las elecciones rusas, se ha llevado a cabo. El plan para la estabilidad es un proyecto de gran ambición, ideado por el primer ministro Edouard Balladur, pero que suscita no poco escepticismo entre algunos socios. Las acciones de acompañamiento a la paz en Oriente Próximo se hallan a la espera de la firma definitiva del acuerdo entre la OLP e Israel. Lo mismo sucede respecto a las elecciones y a la construcción de la democracia multirracial en Suráfrica. Altos funcionarios de la Comisión Europea, sumamente críticos con el camino emprendido por los, Doce, consideran que las cinco acciones elegidas o son irrealizables y creadoras de frustración -como es el caso de la ex Yugoslavia- o no aportan ninguna novedad a la acción exterior de la UE -como es el envío de observadores a elecciones-, y que, en cambio, habría sido mucho más interesante que la Unión hubiera abordado acciones comunes en relación a dos zonas de grave conflictividad como Ucrania y Argelia.
Quien pague, mandará
La organización de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) ha dado pie a una batalla sobre el sexo de los ángeles como sólo se dan en la Unión Europea. El Tratado de Maastricht incorpora lo que se ha dado en llamar dos nuevos pilares de la Unión, la PESC, o segundo pilar, y la política de interior y judicial (PU), o tercer pilar. Estas dos nuevas estructuras son independientes del primer pilar, el propiamente comunitario. Esto significa que los dos nuevos ámbitos de acción pertenecen a la cooperación entre los Doce Gobiernos y que la Comisión Europea, como ejecutivo del pilar comunitario, nada tiene que, decir ni decidir sobre, ellos.La batalla teológica se ha suscitado a propósito de las cuestiones prácticas de financiación de la PESC y de las "acciones comunes" pero es también una batalla de poder: quien pague el gasto será quien mandará. La Comisión Europea ofrece la apertura de una línea de gasto en el presupuesto de la Unión, que dará lugar, lógicamente, a un control del Parlamento y del Tribunal de Cuentas. Esta orientación llevaría, a la larga, a que las "acciones comunes" pudieran terminar bajo el control de la Comisión. Los dos nuevos pilares serían absorbidos a la larga por el primer pilar comunitario.
Algunos socios, como el Reino Unido, en cambio, consideran que los gastos de la PESC y de la PU deben correr a cargo de los Estados y sustraerse a cualquier tipo de gestión de la Comisión, considerada como el órgano del federalismo encubierto por los euroescépticos británicos. El ministro de Exteriores belga, Willy Claes, vista la inacción imperante y preocupado por los resultados prácticos ha propuesto la creación de una nueva institución permanente, con carácter ejecutivo y sus presupuestos propios, para aplicar la PESC. Esta orientación llevaría, en cambio, a crear a largo plazo una institución tanto o más poderosa que la Comisión. Esta última se encargaría de las cuestiones comerciales y económicas, y la nueva, de las cuestiones políticas.
Pero, junto a los combates teológicos, hay otros más prácticos y personales, no exentos de significado, político. El responsable de la política exterior de la LE, el holandés Hans van den Brock, ha visto cómo Jacques Delors le cerraba las puertas a la reunión de hoy. La consecuencia es que la Comisión estará representada por el vicepresidente primero, Manuel Marín, encargado de la Cooperación, en vez del comisario de Exteriores.
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