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Javier Arenas, el 'niño' mimado

Cuando en octubre de 1989 Javier Arenas llegó a Madrid con un acta de diputado por Sevilla, los nuevos dirigentes de la refundación del Partido Popular (PP) fijaron en él su atención. Desde hacía tiempo se le venía augurando un futuro prometedor, pero aún era un político inmaduro. Su carrera desde entonces ha sido fulgurante. En enero de 1991, Aznar lo nombra vicesecretario de la formación, le encomienda el área electoral, una de las más débiles de la organización, y lo convierte de facto en el número tres del partido. Algunos han llegado a hablar de él como el Alfonso Guerra del PP, con quien comparte un cierto gracejo y una oratoria demoledora cuando lo requiere la ocasión.Cuentan sus allegados que en este tiempo Arenas (36 años) ha sido uno de los colaboradores más mimados por Aznar, quien le ha inculcado perseverancia y orden en el trabajo. Cuatro años después regresa a Andalucía, donde aún se le conoce con el apodo de el niño, "pero mucho más maduro" según sus seguidores, con una misión imposible: convertirse en presidente de la Junta de Andalucía.

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Un dirigente andaluz del PP ha afirmado que Arenas "va a romper todos los techos del centro derecha en Andalucía, y con esa labor José María Aznar podrá gobernar en Madrid en el 95 o el 96".

En realidad, la misión que le ha encomendado el partido tiene su objetivo último en La Moncloa. Como el propio Arenas reconoce, Andalucía "pone y quita presidentes del Gobierno", y en esta región, donde se reparten 61 diputados en el Congreso, aún sigue existiendo una diferencia importante entre el PSOE y el PP. Las elecciones generales del 6 de junio así lo hicieron ver.

Arenas no olvidará con facilidad la noche electoral del 6-J, día en el que sus detractores enmarcan uno de sus principales errores políticos. Tres horas después de cerrar los colegios electorales, puso en duda ante las cámaras de televisión los primeros resultados facilitados por el Ministerio del Interior y sembró dudas sobre la objetividad institucional. Dentro del PP hay quien asegura que Arenas cayó en una trampa que le tendieron sus enemigos en el partido.

Otros, en cambio, sostienen que no existe el pretendido enfrentamiento y que al entonces vicesecretario electoral le tocó dar la cara porque las estimaciones que facilitó Corcuera no concordaban con los resultados que tenía el partido.

Desde julio, Arenas ha liderado una "auténtica revolución" en el PP andaluz, según palabras de un diputado autonómico. Ha renovado las ocho direcciones provinciales, ha creado 122 ejecutivas locales, ha fichado independientes y, sobre todo, ha inculcado el método de trabajo que aprendió en Madrid a la ejecutiva regional y al grupo parlamentario, que hasta el pasado verano carecía de organización interna. Ha copiado de Madrid las reuniones de maitines que creó Manuel Fraga y ha impuesto un ritmo de trabajo que, según asegura un diputado andaluz, "nos tiene doblados". Arenas, además, ha incorporado un cierto mensaje andalucista al discurso político del nuevo PP.

Sus adversarios ven en ese discurso signos de oportunismo y tratan de identificarlo con los roles del señorito sevillano, presentándolo como un joven lenguaraz que apenas profundiza en los temas.

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