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Cacas de perro

Un poetastro satírico francés de mediados del siglo XVIII, cuyo nombre ha caído en el olvido, dedicó a Madrid un poema burlesco titulado La merdeida. La capital de España tenía por entonces la fama de ser la ciudad más sucia y pestilente de Europa. Las amas de casa salían gritando por las ventanas "¡agua va!", y algún tranpoco advertido recibía a ducha. Los cerdos y animales deambulaban calles alimentándose de )s de comida que los velepositaban en ellas. [ue esperar a que el arquitecto Sabatini, por encargo de Carlos III, iniciara la construcción del alcantarillado para empezar a poner remedio a la situación.Yo veo la actualidad de La merdeida en las cacas de perro que decoran profusamente las aceras de Madrid. Va el peatón sorteando caninas, que es como se llama en español a las heces del can, temeroso de que, salvada una, caiga en la siguiente, aligándola o cortándose, como dicen los castizos.

No es el perro, animal noble si los hay y capaz de hacer caca donde se le mande, el culpable de este estado de cosas. Puede que sea el Ayuntamiento por hacer la vista gorda o por no poner en la ciudad, de trecho en trecho," cagaderos de perro como hay en otras ciudades del mundo. La mayor culpa la tienen los propietarios de los chuchos, los perreros, que se creen que todo el monte es orégano, o toda la calle, cagatorio.

Habiéndole afeado yo un día la conducta a uno de estos señores que hacía de la acera de mi calle orinal de su can, se me puso farruco y me dijo que él pagaba sus impuestos y se creía con derecho a ensuciar la vía pública. Pocos son los perreros ejemplares que, después que el animal haya hecho sus menesteres, los recogen en una bolsita. A la mayoría le parece bonito dejar en medio de la acera su mojón, y nunca mejor dicho, como si acotaran así con la caca de su perro un territorio propio.

La deposición del perro, animal irracional, es mierda delegada. Es en realidad el propietario quien se cisca en la calle y en toda la ciudad y los que en ella vivimos. Fracasada la motocaca que intentó introducir el Ayuntamiento, mucho me temo que fracasen también los cursillos que quieren organizar ahora para enseñar a los canes a comportarse como madrileños ejemplares. Son los perreros, no los perros, los que necesitan lecciones de civismo. Para que no sigan estercolando las calles de Madrid como en los tiempos de La merdeida.

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