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Herido en atentado el conserje de la Embajada de España en Roma

Marco Formichella, de 34 años, conserje de la Embajada de España en Roma, resultó herido ayer de pronóstico reservado al hacer explosión, pasadas las diez de la mañana, un artefacto de escasa potencia colocado bajo el coche del teniente coronel Fernando Sacristán Ruano, agregado del Ejército del Aire en la delegación diplomática. Formichella conducía el coche de Ruano en el momento de la deflagración.El atentado fue acogido con preocupación en la representación española, que en los últimos anos ha sido objeto de varios atentados reivindicados por la organización terrorista ETA. El último, del año pasado, consistió en explosiones coordinadas que afectaron a la parte trasera del Palazzo Borghese, donde se encuentra la Cancillería, y a la oficina de la agregaduría laboral, en una calle próxima.

Pero el atentado de ayer tuvo características muy distintas de estos precedentes, que incluyen también ataques contra otros intereses españoles en Italia, como la Academia de España, el Colegio Español en Boloña o las oficinas que fueron del Banco Bilbao Vizcaya.

Esos atentados fueron perpetrados mediante explosivos rudimentarios contenidos en mochilas dispuestas para estallar poco después de ser colocadas junto al objetivo. La bomba de ayer era, en cambio, de tipo adhesivo y muy probablemente fue accionada mediante un temporizador, lo que implica una tecnología más compleja. Versiones no confirmadas indicaban también que sólo hizo explosión una pequeña parte de la carga adherida a los bajos del coche, probablemente la destinada a actuar como detonador.

Atentado personalizado

Carlos Spottorno, ministro plenipotenciario de la delegación española, señaló, además, otra diferencia cuando acudió al hospital para visitar a Formichella. "Esta vez", dijo, "la explosión ha sido más débil, pero más personalizada". Las características del atentado dejan pocas dudas sobre el objetivo premeditado de la bomba.El coche atacado, un Open gris con matrícula diplomática, era propiedad particular del teniente coronel Sacristán Ruano, quien, tras llevar a sus hijos al colegio a primera hora de la mañana, lo aparcó en la Cancillería. Una vez en su oficina, el agregado aéreo pidió al conserje Formichella que le fuera a pagar unas facturas, y como la oficina de pagos estaba lejos -en el barrio de Ostiense-, le dio las llaves del Opel para facilitarle el desplazamiento.

Formichella dejó el automóvil en un aparcamiento vigilado de Ostiense. La bomba explotó cuando lo recogía, tras haber pagado las facturas, mientras el conserje trataba de arrancar. No se sabe quién ni cuándo la adhirió al coche. La explosión dejó un pequeño cráter en el suelo, donde se encontraron los restos de ocho pilas, y rompió los bajos del vehículo.

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