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Circo y zarzuela

La zarzuela y el circo son lo dos polos de desarrollo de la política cultural del Ayuntamiento madrileño, que en asuntos teatrales se decanta por los clásico españoles sin desempolvar, si trucos vanguardistas. El alcalde Álvarez del Manzano y sus ediles se reafirman en este terreno como auténticos conservadores una denominación de origen que no cumplen en otros ámbitos de su actividad en los que se comportan como iconoclasta insaciables, entregando a la piqueta o al vaciado quirúrgico antiguos caserones y palacetes decimonónicos para propiciar las más altas torres de la especulación urbana.Más que conservadores, en el área cultural los édiles madrileños son embalsamadores, expertos en hacer mojama de Lope de Vega y Calderón de la Barca. Esto es alta cultura: coliseos cerrados, dorados y aterciopelados, que recogen lo mullidos y corteses bostezos de un público elegido, que participa resignado en el ritual y luce sus mejores galas en estos eventos socioculturales. Alta costura cultural para la élite, y para el pueblo llano, entretenimientos más sencillos: el más difícil todavía de los artistas circeses, organillo por clavecín y género chico sin ringorrangos operísticos.

En la zarzuela madrileña los personajes hablan como Matanzo y se comportan muchas veces con idéntico desgarro. En los bancos del Gobierno municipal se sientan émulos de Don Hilarión y pichis de rompe y rasga que a veces convierten los plenos en verbenas y el Ayuntamiento en corrala con sus trifulcas vecinales.

Con personajes como Matanzo, Blanco, Mota, incluso con el propio alcalde, los saineteros madrileños hubieran conseguido magníficos e hilarantes episodios, sainetes y zarzuelas contemporáneas que hubieran merecido los honores de ser representados en el Teatro de Madrid, ese recinto donde, por voluntad del señor alcalde, se representarán a partir de ahorá viejas zarzuelas de repertorio, operetas castizas y antañonas de inimitable gracia, verbal y musical, pero de contenido arqueológico.

De existir, los nuevos saineteros madrileños encontrarían un vivero abonado para sus chanzas en los comportamientos de algunos ediles de la capital, pero trabajarían en vano y bajo la amenaza del espeso cerrojazo municipal. Así pasa con Matanzo en el Alfil, y así les va a otros sufridos pioneros del teatro alternativo en Madrid. Para reírse, el alcalde prefiere a los payasos y a los tenores cómicos que en su entorno realizan una política de chiste y una cultura de sarcófago.

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