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El poeta en su luz

Las ventanas del bajo en el barrio de Salamanca donde vive Gastón Baquero (Banes, Cuba, 1918) están condenadas por montañas de libros, pero allí no falta la luz.

Hay en su laberinto de estanterías un silencio tranquilo (ha regalado dos televisores para no tener la tentación de sentarse delante), donde abundan los viejos discos, las mariposas cubanas que el poeta enseña con orgullo y muchos carteles: José Martí, Rudolf Nureyev, una emperatriz de Ejipto y grabados de poetas románticos.

Ernesto Che Guevara se refirió a Baquero como el poeta "que vió claro lo que iba a ser la revolución y se fue a las tranquilas playas franquistas". El exilio madrileño, que comenzó en abril de 1959, le devolvió a la poesía que había dejado de escribir voluntariamente años atrás, y en España ha vivido de su saber académico y del trabajo periodístico. Ahora, jubilado y absorto en la letra, espera la, llegada de la inspiración, a la que se refiere sencillamente como al deseo de escribir poesía, "porque no soy capaz de calificarme a mí mismo como poeta; sería muy arrogante por mi parte. Solo intento escribir poemas". En medio de la conversación, su dedo se levanta hasta señalar La A vellaneda, una mariposa de enormes alas amarillo limón moteadas de grana, que sólo vuela en los matorrales de la isla antillana, y que ahora descansa, como un símbolo, en un pequeño fanal de vidrio.

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Gente honesta

En su serenidad, no parece

Gastón Baquero sorprender se demasiado de que en 'La Habana se estén leyendo sus poemas con motivo de los actos por el cincuentenario de la revista Orígenes: "Lo primero que tengo que decir es que los que en Cuba leen y estudian al grupo de Orígenes es gente honesta y culta que por primera vez tiene la oportunidad de decir algunas cosas. Por otro lado, está claro que esa aparente libertad de actos culturales no es otra cosa que una operación de maquillaje, como la liberalización del dólar, una apertura figurada de cara a normalizar las relaciones con Norteamérica".

En abril de 1993, la Universidad de Salamanca le homenajeó con unas jornadas bajo el título Salamanca recibe al argonauta. Y es cierto que algo de experto navegante alejandrino hay en el poeta cubano, gozoso de humor, rápido de respuesta y, al mismo tiempo, con la mirada en ese destino de la poesía que sabe naturalmente aciago, pues alguna viaja sola en el tiempo, otra se pierde entre la papeleria vana o aún, hay otra que se olvida. Así mismo, existen casos de milagrosa resurección, como ésta que en un guiño no excento de ironía de la historia le ha deparado en su lejana y aún amada tierra natal, al poeta de Banes, la capital indígena de Cuba, que él invoca.

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