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Ciudad campamento

"Madrid es un campamento, lo ha sido siempre y lo será hasta que lo levanten". Así escribe José María Guelbenzu en el número que ha dedicado a Madrid la revista El Urogallo, fundada, o más bien refundada, en 1986 por el inolvidable José Antonio Gabriel y Galán. Esta idea de Madrid como campamento parece prevalecer en los textos de escritores antiguos y modernos que recoge la publicación. Un embajador inglés del siglo XVII escribía, por ejemplo, que debía considerarse a Madrid "como un asentamiento cortesano, un paraje donde hombres de toda condición han edificado para poder llevar a cabo sus gestiones... pero no con la intención de acabar allí sus días, sino sólo sus gestiones"."Cuando yo nací", escribe Rosa Montero, "el único producto típicamente madrileño era el Boletín Oficial del Estado". Y recuerda a sus compañeras del instituto, a quienes envidiaba su pertenencia "al paisaje vasco, al mar Mediterráneo, a la montaña santanderina" porque tenían santos, dulces, comidas, tradiciones que ella, que era de Madrid, no tenía.

César Alonso de los Ríos se lamenta de que, desde los años sesenta, Madrid se asimilara, entre los progresistas de la periferia, con la falta de libertad, la mentalidad franquista y aquel bigotillo de los burócratas. ¿Cómo se podía pensar esto de una ciudad que pasó a la historia como paradigma de la resistencia antifascista y que por e o y por ser capital fue sometida de forma más directa y más impía?

Todo pasó, y para mí que esta ciudad de paso no es la ciudad del ser, sino la ciudad del estar. Nacidas o no aquí, las gentes de Madrid están más que son. Y creo que esta impresión de estancia transitoria que la ciudad proporciona a sus habitantes es lo mejor que tiene Madrid. "Es un lugar fronterizo", dice Juan José Millás. Y añade que "no existir tiene sus ventajas. Los cinco minutos antes de que estallara el universo en medio de la nada debieron ser como la calle María de Molina un domingo de agosto a las cuatro de la tarde".

Tiene razón Rosa Montero cuando dice que "mientras en el mundo crepitan hoy las bajas pasiones patrióticas, los madrileños, educados en el relativismo del agujero, estamos, quizá, más vacunados frente a la intolerancia y a esa cerrazón mental de lo patriochiquero".

Ciudad campamento, "abierta, mestiza, alegre", según Alonso de los Ríos; rompeolas, "rompeolas de mi corazón", según Raúl Guerra Garrido, donde hasta el urogallo, ave huidiza, hizo su nido.

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