Importancia desvaída
La importancia que unánimemente se atribuye a la reforma laboral quedó desvaída ayer en el Congreso. Los dos plenos extraordinarios que formalmente se celebraron seguidos para debatirla tuvieron los escaños semivacíos desde las diez de la mañana, aunque a la hora de las votaciones se alcanzasen hasta 325 diputados, de los 350 posibles, en la sesión de la mañana y 314 por la tarde.Incluso el Gobierno ofreció dos perfiles. En la sesión matinal estuvo en pleno en el banco azul con Felipe González, Narcís Serra y 14 ministros, que apenas se levantaron de sus escaños. Las únicas ausencias fueron las de Javier Solana y Javier Gómez-Navarro, de viaje en Tailandia y Estados Unidos, respectivamente.
Sin embargo, la expectación que los servicios de Presidencia despertaron al anunciar unas declaraciones del presidente del Gobierno se vio defraudada con el silencio final de Felipe González, que, por la tarde, sólo acudió a votar y prácticamente huyó del batiburrillo de empujones, carreras y voces de informadores que se produjo en el pasillo.
En el hemiciclo, los líderes de los grupos se mantuvieron en segundo plano. José María Aznar (PP) llegó tarde, estuvo poco y guardó silencio. Algo similar hizo Miquel Roca (CiU). Julio Anguita (IU), que sí aguantó en el escaño, ni siquiera se despachó en los pasillos como suele ser habitual.
Cuando, a las cuatro de la tarde, se reanudó la sesión vespertina, apenas 80 diputados -menos de un 25% de los posibles- salpicaban el hemiciclo. Un panorama que llevó a Emilio Olabarría, portavoz del PNV, a asegurar que estaba haciendo "una reflexión intimista, que en estos momentos parece lo más conveniente".
Los sindicatos mantuvieron su tónica de alejamiento parlamentario: ni uno solo de sus dirigentes acudió ayer a las tribunas del Congreso. La única ausencia que se comentó entre los diputados socialistas fue la de Nicolás Redondo Terreros. Algún diputado socialista vasco aseguró con ironía: "No habrá querido venir por no molestar a su padre".
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