"Vi desde la ventana como mataban a mi padre
Un doloroso silencio amparó el testimonio de los hermanos Cabanillas Benítez -pese al apellido, nada que ver con la familia enemiga de los Izquierdo-, que en la maldita noche del 26 de agosto de 1990 asistieron, impotentes, a la violenta destrucción de su familia. Primero subió al estrado Jesús Florencio, un hombre alto y delgado, de unos 30 años, que se expresó con claridad y en tono sereno. "Vi a mi padre salir del coche, aparcado cerca de donde habían caído las dos niñas, y gritar: '¡Emilio! ¿Qué cojones estás haciendo?". Luego calló.Pero la emoción provocada por estas declaraciones dejó muy pronto paso a la voz diáfana, civilizada, razonable y contenida de su hermano Manuel. Al acabar, a ambos hermanos les brillaban los ojos, pero nada más: no querían que la contundencia de sus afirmaciones quedara empañada por el sentimentalismo."Esa noche", empezó Manuel, que pidió no ser filmado ni fotografiado, y cuya voz podía medir el aire, "yo estaba asomado a la ventana de mi habitación en mi casa de la calle Carreras, donde ocurrió todo. Desde allí vi a dos señores, vestidos de cazadores mimetizados, con dos escopetas repetidoras, apuntando y disparando a la gente. Uno de ellos, el más bajo -creo que Antonio, apodado El Tuerto-, a las niñas, y el otro a mi padre. Lo vi perfectamente".
"Yo no vi que dispararan a más, porque entre que lo vi y salí a socorrer a mi padre, los disparos sonaron rápidamente. Cuando abrí la puerta de casa, mi hermano Antonio se me cayó encima, con la espalda reventada. Está paralizado del pecho para abajo, no puede andar, nunca más tendrá vida sexual; hablando en plata, se lo hace todo encima y hay que darle la vuelta en la cama cada tres horas".
"Mis piernas"
El hermano de Manuel, Antonio -hoy en silla de ruedas para siempre-, estaba consciente y susurró: "Mis piernas, no las siento, no me muevas, ten cuidado". Tranquilizado al oírle, Manuel corrió junto a su padre, que estaba con medio cuerpo debajo del R-18 familiar. "Creo que se había arrastrado bajo el coche para protegerse y que él no pensaba que los Izquierdo, a quienes conocía, le iban a disparar. Pero, después de abatirle, su asesino avanzó un paso hacia él y le remató".
Una vez dentro del coche, Manuel y Jesús Florencio se dieron cuenta de que una de las postas había desinflado un neumático "y nos metimos en otro coche de la familia, para llevar a mi padre a que le socorrieran". Preguntado sobre si alguna de las dos personas que causaron la matanza disparó al aire -tesis de la defensa para inculpar a Antonio Izquierdo, el menor-, Manuel Cabanillas Benítez se mostró seguro: "No. Disparaban los dos a matar. Lo vi muy bien. Y esas cosas no se olvidan".
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