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El 'fantasma' de Ben Barka amenaza las difíciles relaciones entre París y Rabat

La reciente publicación de Dix-huit ans de solitude. Tazmamart (Dieciocho años de soledad. Tazmamart), un testimonio de Alí Bourequat, ex preso de esta cárcel, amenaza con resucitar el caso Ben Barka y crear un nuevo conflicto diplomático entre Francia y Marruecos, de tanta envergadura como el generado, hace tres años, por otro libro, Mi amigo el rey, de Gilles Perrault, que desvelaba el imperio del terror reinante, según el autor, en el país que dirige el rey Hassan II con la complicidad de las autoridades francesas.

El llamado caso Ben Barka comenzó el 29 de octubre de 1965 cuando el líder de la oposición marroquí en el exilio fue secuestrado, en pleno día, al salir de un restaurante parisino. Alí Bourequat revela ahora que los secuestradores se llamaban Julien Le Ny, Jean Palisse y Pierre Dubail y que Mehdi Ben Barka fue conducido al domicilio del proxeneta Georges Boucheseiche, donde fue asesinado.Estos cuatro individuos no eran unos desconocidos para los servicios secretos franceses: en 1963 secuestraron al coronel Antoine Argoud en Munich y lo dejaron, atado de pies y manos, detrás de Notre Dame. Argoud era el dirigente en el extranjero de la OAS, organización favorable a una Argelia francesa y radicalmente anti-gaullista..

La relación entre los secuestradores y Alí Bourequat comenzó en la cárcel. Los tres hermanos Bourequat -Alí, René Midhat y Jacques Bayazid-, que tienen la nacionalidad francesa, son hijos de Abderrahman Bourequat, fundador de los servicios secretos marroquíes. Alí presume de que, entre 1959 y 1962, ha escuchado todas las conversaciones telefónicas de Hassan II. Sabe de sus amores con Etchika Choureau, una actriz que hoy vive en París; de su tendencia a eliminar físicamente a los rivales políticos; de sus relaciones con el general Ufkir, ex número dos del régimen, supuesto asesino de Ben Barka y general que la ambición enfrentó al rey.

Para los Bourequat todo fue muy bien mientras Ufkir no cayó en desgracia. Para los secuestradores la historia fue parecida. Pero en 1971 el general Uffir apareció como un conspirador, tras facasar su atentado aéreo contra Hassan II.

Los secuestradores de Ben Barka fueron a parar a la cárcel PF3, Punto Fijo 3. Durante seis meses, Pierre Dubail fue vecino de celda de Alí Bourequat y en ese tiempo le contó lo que sabía sobre Ben Barka. El menor de los Bourequat, habituado a servirse de su memoria como de un fichero, lo recuerda todo: nombres, fechas, hechos.

El 3 de enero de 1992, los tres hermanos Bourequat llegan a París. Van encorvados, apenas pueden hablar. Acaban de liberarles de Tazmamart. En sus mazmorras han pasado 18 años sin poder estirarse y mal alimentados. Un telegrama del Elíseo agradece a Hassan II que concediera su gracia a los tres ciudadanos franceses, que van a ser instalados en cómodos apartamentos parisienses, cuyo alquiler y mantenimiento paga el Estado francés. Los Bourequat reciben además un sueldo y, apenas llegados, se querellan contra Hassan II.

Poco tiempo después, el Gobierno marroquí les ofrece, a cambio de su silencio y de que retiren su demanda, 10 millones de francos (230 millones de pesetas) a cada uno en cuentas numeradas radicadas en Suiza. Los Bourequat firman, pero callan durante poco tiempo. Hasta que el Gobierno francés les anuncie, el pasado 29 de noviembre, que no tienen derecho a continuar disfrutando de su hospitalidad.

Para calmar a la opinión pública, París lanzó en su momento una orden de busca y captura internacional contra Dubail, Palisse y Le Ly, que mientras tanto cenaban en Casablanca en el mismo restaurante que el embajador francés. Pero los asesinos de Ben Barka sabían demasiado y cuando la ambición de Ufkir rompió el equilibrio, fueron enterrados bajo un muro, con los cuerpos sumergidos en cal.

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