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Tribuna
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Una ocasión perdida

Temo que la cumbre de la OTAN, recién concluida en Bruselas, será recordada como una ocasión perdida. Para establecer unas bases para la seguridad colectiva era necesario pensar en Europa en términos acordes con el fin de la guerra fría. Sin embargo, las cuestiones fundamentales a tratar fueron desplazadas por falsos problemas de tipo superficial y emocional. Todos los países de Europa Central y del Este, así como las repúblicas bálticas, solicitan el ingreso en la OTAN. Sólo hay una línea de argumentación: temen el resurgimiento de las reivindicaciones imperiales de Rusia y, por consiguiente, un posible acto de agresión. Esta es la cuestión vista superficialmente y fue ésta la cuestión que se discutió.A otro nivel más profundo, están en juego los intereses de Estados Unidos en Europa y las variantes de la nueva identidad europea: del Atlántico a Smolensk, del Atlántico a los Urales o de Vancouver a VIadivostok. La cuestión fundamental es cuál será el lugar de Rusia en la nueva Europa. Estos tres temas deberían haber sido los puntos a tratar, pero no lo fueron. No es posible lograr una estrategia adecuada hasta que se aclaren esas cuestiones, porque equivalen a la pregunta fundamental: ¿cómo debería ser el mundo tras el final de la guerra fría? La Unión Europea, Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea Occidental (UEO), la Comunidad de Estados Independientes, los países de Europa Central y del Este, estarán todos condenados a las oscilaciones, las improvisaciones, los errores y las tensiones peligrosas permanentes.

Sin un planteamiento global, ni siquiera es posible resolver los problemas tácticos. Y yo veo graves peligros en la apresurada aspiración a extender hacia el Este las fronteras de la OTAN, así como la línea de la Asociación para la Paz.

Empecemos con la primera organización. El ingreso de naciones de Europa Central y. del Este en la OTAN, tal como está constituida en la actualidad, llevaría a una nueva división en Europa, a un nuevo telón de acero y a unas líneas de demarcación. Se quiera o no, volvería el enfrentamiento bipolar. Y eso significaría el final de todos los procesos positivos que se han iniciado con tanta dificultad en los últimos años. Pero la Asociación para la Paz también es inaceptable. Este planteamiento se desarrolló para ganar tiempo. Estados Unidos es reacio a ampliar la OTAN, entre otras cosas porque esa ampliación podría hacer perder fuerza a la Alianza como instrumento de la política norteamericana. Se presenta la Asociación para

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la Paz como un paso cauteloso para darse por enterados de las peticiones de las naciones de Europa Central y del Éste sin enfrentarse demasiado a Rusia. Pero llamemos a las cosas por su nombre. La Asociación, para la Paz significa llevar gradualmente (y sería imposible hacerlo si no fuera gradualmente) la infraestructura de la OTAN hasta las fronteras de Rusia, con todo lo que eso implica maniobras militares y movimientos de tropas de la OTAN en los alrededores de Rusia. Lo cierto es que, sin decirlo abiertamente, Estados Unidos quiere mantener -e incluso extender hacia el Este- su propia presencia y presión. Todavía no ha decidido cuál será su papel ante la nueva coyuntura en Europa, pero desea abarcar todo lo que pueda.

De modo que tenemos que decir a nuestros amigos estadounidenses que el objetivo de organizar un mundo unipolar no puede sino aumentar la irritación de Rusia, que se sentirá excluida del club de las grandes potencias. Con el pretexto de una supuesta vuelta al imperialismo en Rusia, Estados Unidos está alimentando las sospechas acerca de sus propias ambiciones imperiales.. En cualquier caso, la, ampliación de la OTAN será interpretada por Rusia como un intento de aislarla. Pero es imposible aislar a Rusia. Creer que es posible significa estar desconectado de la historia y de la realidad actual. Esta postura no puede, constituir una política.

Cabría responder que podría involucrarse a Rusia en este proceso de extensión gradual de la OTAN. Pero eso es una respuesta sin sentido. Si hablamos de crear un sistema de seguridad para una Gran Europa, entonces habría que perfeccionar las estructuras de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), entre las que una OTAN remodelada podría encontrar su lugar. ¿Pero por qué imponer la OTAN, un instrumento de la guerra fría, para lograr objetivos totalmente diferentes?

Repetiré una vez más lo que le dije a George Bush antes de la reunión del grupo de los siete países más industrializados (G7) en Londres: tendrá usted que decidir qué clase de URSS le conviene más. Hoy, Clinton tiene que decir qué clase de Rusia le conviene. Si Estados Unidos desea realmente una Rusia que participe en la construcción de una nueva Europa y de una nueva política mundial, tendrá que tratar con ella de igual a igual y no caer en la tentación de aprovecharse de la debilidad pasajera de Rusia.

Lo que se necesita es conciencia de la realidad y una visión a largo plazo. Sin ellas, la reacción en Rusia será negativa., independientemente de cuál sea la posición del Gobierno. La humillación del prestigio y los intereses rusos provocará hostilidad e indignación en amplios sectores de la opinión pública, sean favorables al Gobierno o a la oposición, patrióticos o nacionalistas, conservadores o reformistas. Los demagogos denunciarán de nuevo la conspiración contra Rusia y la amenaza de que ésta quede cercada. Es evidente que un entorno así beneficiaría a las fuerzas antirreformistas y antioccidentales.

La idea de que la Rusia de hoy y de mañana pueda imponer de nuevo a la fuerza su voluntad imperialista es un absurdo, consecuencia de graves errores de apreciación con respecto a la situación política y psicológica del país. Es preocupante que haya políticos que puedan cometer errores así. Las elecciones de diciembre pueden considerarse como una confirmación de estos temores.

En realidad, el resultado de las elecciones es la consecuencia inevitable de un programa de reformas mal concebido. Supuso una protesta popular masiva. Debería motivar serias reflexiones autocríticas no sólo por parte de los líderes rusos sino también por parte de aquellos que han fomentado y apoyado esa política durante los últimos dos años. Hay signos que así lo indican. Incluso Yeltsin ha reconocido, aunque sólo de forma tácita, la existencia de un descontento popular muy extendido. Y Strobe Talbot -uno de los principales defensores de la línea más radical en Rusia- invita ahora a que el, Kremlin lleve a cabo "menos choque y más terapia", mientras que el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, da a entender que sería recomendable no seguir al pie de la letra las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Más vale tarde que nunca.

Pero parece que en Estados Unidos todavía no se han enterado de lo que está pasando y siguen siendo reacios a aprender las lecciones necesarias. El presidente Clinton ha dejado que se le identifique en exceso, y de forma incondicional, con el apoyo a la terapia de choque. Le convendría contemplar ahora el espectro político global de Rusia con un mayor sentido del realismo.

Era evidente que la línea de Gaidar y los demócratas radicales no podía funcionar, y lo afirmé repetidamente. Ahora, la mayoría de los rusos -como han confirmado los resultados electorales- ve dos cosas con claridad: que la línea del Gobierno y del presidente va en contra de los intereses del pueblo y está fracasando, y que Occidente también es responsable por haber apoyado esa línea sin reservas. Y ahora es importante evitar medidas que puedan alimentar esa hostilidad hacia Occidente.

¿Quiere decir eso que existe un peligro concreto de una oleada de fascismo? ¿Quiere decir que hay una posibilidad real

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Mijaíl Gorbachov fue el último presidente de la URSS. Copyright La Stampa, 1994.

Una ocasión perdida

Viene de la página anteriorde que Zhirinovski llegue al poder? No lo creo así en absoluto. Eso iría en contra de la psicología de los rusos, de su experiencia de la lucha contra el fascismo, y también de su experiencia del totalitarismo. ¿O acaso Occidente ya ha decidido que entre 1985 y la actualidad Rusia no ha logrado abrazar y entender los valores de la democracia, y que se ha olvidado las lecciones del fracasado golpe de Estado de agosto?

Desde luego, existen fuerzas reaccionarias extremistas que agitan un, trapo rojo ante los votantes que se sienten acosados por los problemas. Pero en todos los países democráticos existen fuerzas análogas. Sería sorprendente que no las hubiera en Rusia. Pero no son esas fuerzas las que determinan la situación. No habría que confundirlas con la protesta popular. Por supuesto -si no hay un cambio en la política, si no se defiende la posición de la parte más pobre de la población, si no se protege a los productores nacionalos-, podrían aparecer en el escenario fuerzas cuyo carácter es difícil de definir en la actualidad, pero que desde luego incluirían a los militares. En ese caso, sería necesario celebrar inmediatamente elecciones presidenciales y parlamentarias para elegir a un Gobierno con amplio respaldo popular. Espero que será posible evitar ese tipo de fase. Pero en cualquier caso esa fase no tendría un carácter imperialista,, agresivo hacia el extranjero. No todos se han vuelto locos' en Rusia. -

Es imposible un retomo al pasado comunista. No existen fuerzas que sean capaces de lograrlo. No tiene sentido perder tiempo preocupándose por eso. Pero Occidente debe respetar los resultados de las elecciones, que ponen de manifiesto sin ningún tipo de duda que el pueblo ruso quiere un cambio de política. Lo que nos vendría bien es apoyo político a las reformas, no nuevos consejos equivocados para emprender reformas imposibles. Lo que nos conviene son unas reglas claras del juego y colaboración para atraer a la inversión privada y renovar nuestra fuerza industrial. Esto también creará puestos de trabajo en Occidente. También sería útil para nosotros el que se eliminaran las barreras económicas, para que los mercados no sólo estén abiertos a nuestras materias primas.

Por último, debe quedar claro que Rusia tiene que encontrar por sí misma su rumbo en la transición del totalitarismo a la democracia. No existen precedentes ni procesos análogos. El problema es que se formó a tres generaciones en un tipo concreto de entorno en el que es imposible aplicar los modelos clásicos del FMI, que fueron desarrollados para sanear las economías de mercado. Rusia tiene que empezar desde el principio, en unas circunstancias históricas específicas, y hay que transformar ra0icalmente la psicología de la gente. Sería bueno para todos los implicados que el presidente Clinton tuviera presente esta realidad durante sus reuniones en Moscú.

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