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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buscar la normalidad

CASI QUINCE días después de la intervención de Banesto por el Banco de España se impone reconducir la realidad del banco a una situación lo menos provisional posible. Para ello se necesitan algunos ingredientes decisivos: en primer lugar, conocer las tripas de Banesto con el mayor detalle posible, para lo cual son imprescindibles las auditorías externas encargadas por los nuevos gestores, y su experiencia cotidiana desde que, el día 29 de diciembre pasado, tomasen posesión de las cuentas de la entidad. En segundo lugar, aclarar algunas de las incógnitas que quedan pendientes: entre ellas, una de las más significativas, la de saber cuál fue el elemento determinante por el cual la Comisión Nacional del Mercado de Valores suspendió la cotización de las acciones en Bolsa el Día, de los Santos Inocentes: ¿hubo venta privilegiada de valores?, ¿quiénes fueron los beneficiarios?, ¿se utilizaron instrumentos de información atípicos, al alcance de no todos los agentes? Por último -y no por ello lo menos importante-, saber la opinión de Mario Conde y el consejo de administración destituido, resolver la hipótesis de que haya recursos jurídicos que enmarañen el futuro de Banesto y escuchar, si la hay, otra versión sobre la gestión del banco.De todo ello se desprenderá la información vital para que la intervención de Banesto derive en un ejemplo más (pero el más importante) de la crisis bancaria que ha vivido España en los últimos tres lustros -la más profunda de Europa- o en un escándalo de imprevisibles proporciones, que ya está siendo aireado por la prensa internacional. Y, también, paralelamente, la claridad precisa para determinar si en las actuaciones de los antiguos gestores de Banesto ha habido responsabilidades civiles, mercantiles o incluso penales, como también han avanzado algunos analistas de lo sucedido en Banesto en los últimos años.

Con estos datos imprescindibles se sabrán asimismo las posibilidades de que Banesto continúe en el futuro como tal entidad de crédito (y la profundidad del sacrificio que habrán de hacer sus actuales accionistas, en forma de operación acordeón, lo que significa la disminución del valor de sus acciones), o si hay que trocear sus activos, algo que el nuevo presidente, Alfredo Sáenz, ha descartado.

En cualquier caso, a la luz de la lectura íntegra del acta de intervención del Banco de España, no cabe duda de que las palabras del ministro de Economía y del gobernador del Banco de España en el Parlamento tuvieron la prudencia que requiere una situación tan grave. El acta es más brutal que cualquier resumen: "La situación actual de la entidad, de extraordinaria y excepcional gravedad, pone en peligro no sólo su estabilidad, liquidez y solvencia, sino la propia estabilidad del banco y de su organización económica"; "excepcional gravedad de la situación por la que atraviesa Banesto, cuyo progresivo deterioro ha colocado en serio peligro su propia estabilidad patrimonial, además de implicar un gravísimo riesgo para el correcto funcionamiento del sistema financiero internacional"; Banesto presentó en 1991 y 1992 "beneficios superiores a los realmente generados"; las perspectivas de los próximos ejercicios hacen que no se vislumbren posibilidades claras de una mejora significativa en la cuenta de resultados si no existe un cambio significativo en la gestión del la entidad que restablezca un adecuado nivel de capitalización, reduzca significativamente los activos improductivos y haga un importante esfuerzo en la contención de los gastos de explotación"; la intervención se ha producido "dadas las características de la situación de excepcional deterioro en que se encuentra Banesto, directamente imputables a sus gestores", etcétera.

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Es decir, que en Banesto había problemas de liquidez, pero también de solvencia, con lo que estaban presentes los elementos potenciales para que se hubiera podido generar un pánico financiero, que hubiera afectado a la estabilidad no sólo del banco, sino del conjunto del sistema financiero y de la economía nacional, si no interviene la autoridad reguladora; en este caso, el Banco de España. Por ello se ha seguido la norma más tradicional, la del sentido común: la intervención del banco en apuros y el aseguramiento del riesgo de la totalidad de los acreedores. Esto es lo que dice la ortodoxia bancaria. Por ello resulta verdaderamente cómico -si no fuera porque decenas de miles de personas pueden perder los ahorros de toda su vida- que los habituales manipuladores pretendan desviar la atención de esta coyuntura catastrófica de Banesto con alusiones al carácter político de la intervención. Los mismos que magnificaron el caso Ibercorp y que silenciaron el escándalo de KIO son los que ahora ponen cataplasmas a la gestión de Banesto e intentan equiparar (poniéndolo en un nivel simétrico de atención) la ruinosa gestión de Conde y su equipo con la estudiada intervención del Banco de España.

Es urgente que los problemas de Banesto entren en la vía de la normalidad para evitar que se conviertan en la expresión de una nueva fase de la crisis bancaria que pueda afectar a la calificación internacional del Reino de España, si se une a la recesión económica, a la convocatoria de una huelga general y a una crisis política derivada de la inexistencia de una mayoría parlamentaria estable.

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