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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tensiones gratuitas

EL CONFLICTO entre Atenas y Ankara alterna periodos de relativa calma con otros de agitación. Es un conflicto complejo, arraigado en la conciencia de las respectivas poblaciones, que regularmente provoca tensiones entre estos dos países tan vinculados -y necesarios- a la seguridad y cooperación en la Europa atlántica. Es además un motivo más de desasosiego ante la presidencia griega de la UE que comienza. Lo lógico sería que Atenas evitara nuevos motivos de fricción. Por eso sorprende la decisión de Papandreu de definir ahora una nueva doctrina militar, en la cual el conjunto de la isla de Chipre queda incluido en los planes griegos de defensa. Por ¡legal que sea la ocupación turca del norte de Chipre (donde creó una república que nadie reconoce), lo cierto es que la ONU prosigue esfuerzos negociadores para lograr una solución pacífica. Hay que recordar que fue una actitud agresiva de ciertas fuerzas griegas bajo la dictadura de los coroneles la que sirvió de detonante del conflicto. Al incluir Atenas al conjunto de Chipre (también la parte ocupada por los turcos) en el área de defensa del Ejército griego, era inevitable una respuesta como la dada el pasado día 27 por el presidente de Turquía. La advertencia de Papandreu, ayer mismo, de que no habrá ayuda comunitaria alguna a Turquía bajo la presidencia griega constituye un mal comienzo. La estabilidad de ese bastión de la defensa atlántica que es hoy Turquía -en la región más conflictiva de la Tierra- es un interés compartido por los Doce y no puede quedar al capricho de filias y fobias de un socio.Por otra parte, el tema de la república de Macedonia (cuya denominación es considerada por Grecia como una agresión contra su provincia del mismo nombre) desembocó en la ONU, al ser admitida Macedonia, en una petición de negociación del nombre entre las partes. Papandreu ha roto la negociación. Quería presionar a los países europeos para que no establecieran relaciones diplomáticas con Skopje. Con escaso éxito: Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido han hecho exactamente lo contrario. España aún se ha dejado llevar por la actitud griega. Al cortar la vía negociadora, Atenas se reduce a seguir con su propaganda nacionalista, alejándose de la posición hoy dominante en la Unión Europea.

En sus primeras semanas de gobierno, Andreas Papandreu ha tenido que afrontar un grave problema interior. Treinta y un generales de las Fuerzas Armadas han presentado su dimisión. Es difícil situar este hecho en el marco de una simple operación de limpieza de personal no adicto que emprende habitualmente todo Gobierno griego en el aparato del Estado al llegar al poder. A veces, una política nacionalista puede ayudar a dar cohesión a los mandos militares. Pero cuando ésta queda en un terreno puramente verbal y no se plasma en éxitos políticos reales -y tal es la suerte de la política griega- es lógico que tenga efectos negativos.

En este orden, la idea lanzada por el ministro Pangalos de convocar en Atenas una "gran" conferencia sobre la guerra en Bosnia resulta preocupante. Lo que necesita la población bosnia es que se refuerce la acción militar de la ONU para la ayuda humanitaria y para frenar a los agresores, como piden los jefes militares de los cascos azules. Pero ¿cómo no pensar que la idea de Pangalos es crear una tribuna para airear la política anti-Macedonia y justificar la actitud pro-Serbia que Atenas ha tenido en el conflicto? Nada que ver con lo que necesitan los pueblos de la región, martirizados ya o amenazados directamente por la guerra.

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