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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Primarias' del PSOE

EN POLíTICA siempre ha habido más gente dispuesta a ayudar al vencedor que al perdedor. Esto se demuestra sobre todo en los procesos electorales internos de los partidos. En ellos, la batalla principal se libra antes de sus congresos: en la elección de los delegados asistentes a los mismos. Es en esas primarias donde se decanta la relación de fuerzas de la que dependerá la composición de la coalición dominante para el siguiente periodo. Y esa decantación depende en gran parte de la sospecha dominante sobre quién será el vencedor. En esas está ahora el PSOE, y episodios como el de la supuesta falsa afiliación de nuevos militantes (en León y en otras provincias) constituyen un síntoma del encarnizamiento con que los dos principales sectores de ese partido se plantean la batalla.Desde hace algún tiempo, el principal criterio definidor de la mayoría en el PSOE es la posición que en cada momento adopte su secretario general. La prueba definitiva fue la elección de Solchaga como presidente del Grupo Parlamentario Socialista. Quienes entonces tuvieron constancia de haberse convertido en minoría, los guerristas, adoptaron desde ese momento una táctica destinada a garantizarse, ya que no la victoria, susupervivencia a la espera de otra oportunidad (si González se retirara, por ejemplo). El objetivo de obtener como mínimo un 40% de los delegados fue planteado como condición para obligar a la previsible nueva mayoría la coalición de renovadores, ex guerristas y solchaguistas prohijados por González a pactar una dirección consensuada. Sería la manera de asegurar la continuidad en sus puestos del vicesecretario general, Alfonso Guerra, y algunos de sus fieles.

Esa continuidad de Guerra como número dos tiene una gran carga simbólica. Para los renovadores, resulta incompatible con el mensaje de renovación personal, organizativa, de talante y estilo que debe transmitir a la sociedad el 330 congreso. Para los guerristas, esa presencia es la garantía de unidad organizativa. Pero estos últimos saben que si la batalla se plantea abiertamente en el congreso, con Guerra como líder de una fracción que se enfrenta a Felipe González, es imposible que ambos sigan en sus posiciones actuales: podrán formar parte de un mismo Comité Federal, pero es difícil que convivan en una misma Comisión Ejecutiva e imposible que sigan siendo el uno y el dos- el uno adjunto del otro y hasta su sustituto en sus ausencias- de ese órgano de dirección. La única posibilidad de mantener el statu quo sería, entonces, mediante un pacto previo que asegurase determinadas posiciones a la minoría. Para ello, los guerristas tendrían que demostrar en las primarias que son capaces de aglutinar a un sector lo suficientemente numeroso como para que los vencedores no puedan marginarlos.

Seguramente tampoco los renovadores están muy interesados en tensar la cuerda. Si es cierto que su éxito en el congreso depende del alineamiento de González en su equipo, no lo es menos que esa ventaja comparativa se vería muy mermada en cuanto fuera evidente que el secretario general renuncia a volver a ser candidato. Fue el anuncio de tal renuncia, luego rectiticado, lo que desestabilizó internamente al PSOE hace tres o cuatro años. No hay razón para pensar que ahora sería diferente. Y sin embargo, está en la lógica de las cosas que ese anuncio no puede tardar.

De hecho, la estrategia guerrista cuenta ya con ese factor: el González-candidato ya está amortizado, y el González-secretario general se cotiza mucho menos si no compite en las urnas.

Por otra parte, el guerrismo aparece en todas partes como una fuerza organizada, disciplinada; algo que no es evidente entre sus enemigos, y que puede hacerse palmario si la perspectiva de retirada de González, al menos como candidato, vuelve a desatar expectativas sucesorias. En el terreno de los programas, la prolongación de la crisis económica más allá de lo esperado también puede jugar en favor del guerrismo en la batalla interna.Y ello porque, a diferencia del caso francés, por ejemplo, aquí no ha habido ocasión de poner a prueba los desastres de una política económica expansionista como la propugnada por los sindicatos y a la que el guerrismo hace guiños desde hace años.

Éste podría ser el eje del debate del 330 congreso. Pero el procedimiento seguido para la elaboración de la ponencia marco hace dudar que un debate de tal naturaleza sea posible hoy. No se ha seguido la vía de estimular la aparición de posiciones alternativas, que en todo caso sintetizaría el congreso. Se ha partido de la síntesis misma: de la resultante del compromiso entre los cinco miembros de una comisión en la que se suponía estaban representadas las diversas tendencias. Quizá, el precario equilibrio interno hiciera imposible otra cosa.

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