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Lleno en las sucursales de Banesto

Clientes de la tercera edad fueron mayoría a la hora de retirar su dinero y trasladarlo a otros bancos

Los más canosos madrugaron ayer para llegar a las sucursales del Banco Español de Crédito (Banesto) en Madrid. El cobro de las pensiones de jubilación y el nerviosismo de bastantes ciudadanos temerosos por el futuro de sus ahorros consiguieron llenar muchas oficinas bancarias. Tanto es así que bastantes sucursales se quedaron sin liquidez hacia las diez de la mañana. A los ancianos, los más preocupados, fueron sumándose después personas de mediana edad y algún que otro estudiante de vacaciones de Navidad enviado por sus padres al banco para retirar cantidades de dinero.Los clientes no ocultaban su impaciencia a medida que veían pasar el tiempo en las colas, a la espera de su dinero. Los que aguardaban en la sucursal de la calle de O'Donnell, esquina con Narváez, sonrieron con satisfacción cuando los nuevos fondos llegaron de mano de dos guardias jurados cargados con sacas.

En la oficina. del paseo de la Castellana, a la altura de la plaza de Lima, la liquidez se acabó en torno a las 1 en la sucursal de Diego de León, sobre las once de la mañana. En estas y otras oficinas, los empleados emitieron durante toda la mañana talones que sólo podían ser cobrados en la central del banco, en la calle de Alcalá.

Con este trasiego de fondos salieron ganando otras entidades bancarias. "Yo, mis valores me los he llevado al Banco Bilbao Vizcaya, y parte del dinero, a Caja Madrid, unas 300.000 pesetas", afirmó Francisco del Río, de 80 años.

Pero a Del Río le preocupaba algo más que su cuenta corriente. Tenía en la cabeza las acciones de Banesto por valor de más de un millón de pesetas, que posee "desde que [el banco] ya era fuerte, hace 30 años".

En una sucursal del Banco Central Hispano en la calle de Diego de León, situada casi enfrente de una oficina de la entidad que presidía Mario Conde, unos diez ex clientes de Banesto abrieron cuentas, según informaron los empleados. Las cantidades ingresadas no superaban el millón de pesetas. En el Banco Pastor, también próximo, prefirieron no hacer comentarios.

Félix y Maruja, ambos de "más de setenta años", no habían dormido en toda la noche. Tenían unos ahorros "de toda la vida" ingresados en Banesto y el miedo a poder perderlos no les permitió pegar ojo. Ayer se acercaron muy temprano al banco, decididos a retirar su dinero, pero Maruja se tranquilizó un poco tras escuchar las minuciosas explicaciones de los empleados de la sucursal, que atendían estoicamente los requerimientos de los clientes más alannados.

"Normalidad". Ésta era la palabra que salió con mayor insistencia de los labios de los responsables de cada sucursal. Aunque alguno admitía que algo era diferente: "Hombre, sí, hemos notado más trasiego y preguntas que otros días". ¿Y el miedo al paro? "¿Miedo yo?", respondió lacónicamente el interventor de una sucursal en el barrio de la Concepción. "Nada, nada", añadió la administrativa de una de las ventanillas, "que yo llevo 11 años en esta empresa sin problemas, y además, hoy hemos cobrado".

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