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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Rey, ante la crisis y el desempleo

LOS DISCURSOS navideños del rey Juan Carlos tienen la virtud de sintonizar con las preocupaciones más profundas de los ciudadanos. Sin excederse en las funciones que la Constitución le atribuye, el Monarca desciende a un terreno en el que las referencias a los problemas y a las inquietudes del momento de los españoles son algo más que un trámite piadoso.Este año, el Rey ha dedicado una buena parte de su discurso a la actual situación de recesión y crisis. Pero no sólo es la dimensión macroeconómica de la crisis lo que preocupa a don Juan Carlos, sino, sobre todo y principalmente, los problemas de orden social que trae consigo, en primer lugar el desempleo. "Son muchos hoy los que no pueden acceder a un puesto de trabajo y los que, con honda preocupación, ven amenazado el que tienen o han perdido el que tenían", ha señalado el Rey, que ha subrayado que esta situación afecta de manera más grave a los jóvenes y a los trabajadores en paro prolongado.

De modo realista, y huyendo de recetas demagógicas el Rey traza el camino que, como ha sucedido en otros momentos difíciles, los españoles tienen que seguir para superar las dificultades actuales: no dejarse dominar por el desánimo, la inercia o el miedo; no refugiarse en posiciones egoístas e insolidarias, y, sobre todo, no esperar a que otros vengan a resolver nuestros problemas. Cuando, a veces, determinados diagnósticos parecen condicionar de manera un tanto fatalista la salida de la crisis a la recuperación de la economía internacional, la apelación de don Juan Carlos al "esfuerzo colectivo" y "al trabajo y a la unión de todos" constituye, sin duda, una propuesta dura pero esperanzadora. La clave del éxito, según el Rey, reside en el esfuerzo personal, en la voluntad de superación y en el deseo de acrecentar el conocimiento, así como en la capacidad de los pueblos para perfeccionar sus sistemas educativos y sociales, estimular la investigación y la cultura, renovar sus equipos productivos y potenciar el entorno natural en el que viven. Apuntes reales, capaces todos ellos no sólo de orientar el comportamiento de los ciudadanos, sino incluso de conformar todo un programa de buen gobierno.

El discurso del Rey no hace este año menciones o alusiones directas a aspectos polémicos de la actualidad política, pero no deja de incitar al fortalecimiento de las virtudes públicas y las instituciones democráticas. A don Juan Carlos le preocupa que los intereses particulares puedan anteponerse a los generales, que el normal funcionamiento de las instituciones se vea alterado por desacuerdos superables y que la vida democrática pierda transparencia y vigor. Y para evitar que ello suceda muestra el remedio: la Constitución, un instrumento de tolerancia y de libertad que gobernantes y ciudadanos nunca deben dejar de lado.

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El de 1993 no ha sido tampoco un año fácil para Europa. Y no sólo en el ámbito económico; también en el político y social y en el de su seguridad. Pero el Rey anima a los españoles a reforzar su compromiso con la construcción de la Europa del futuro -"la Unión Europea es ya una realidad"-; a no cerrarse sobre sí mismos en un mundo más interdependiente hoy que nunca, y a continuar la tarea de renovación y de adaptación al proyecto europeo, porque "nuestro futuro y el de nuestros hijos está ahí".

En relación a Europa y a los brotes de fanatismo y de exacerbación nacionalista que ponen en peligro su seguridad, don Juan Carlos no ha olvidado dedicar un recuerdo muy especial a los soldados españoles que ejercen su misión humanitaria en Bosnia y en la que algunos han perdido su vida a lo largo de año. Como tampoco podía faltar, mientras persista la fanática violencia terrorista -"último bastión del totalitarismo y la intolerancia",-dice el Rey- un sentido recuerdo para sus víctimas.

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