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Reportaje:

La hora de las catacumbas

Las tramas del terrorismo norirlandés preparan su respuesta a la oferta de paz de Major y Reynolds

Enric González

Es la hora de las catacumbas. En la superficie no hay más que el bullicio de la compra, el villancico y el primer brindis navideño, pero lo que cuenta es lo de abajo, lo que no se ve. Las redes secretas de la violencia vibran con el ir y venir de mensajes entre los guetos urbanos y los escondrijos rurales. El Ejército Republicano Irlandés (IRA) piensa en la convocatoria, por tercera vez en el último cuarto de siglo, de la llamada Convención General del Ejército, que agrupa a un centenar de delegados de la organización. El más reducido Comando Militar Combinado de los unionistas, que controla las bandas UFF (Combatientes por la Libertad del Ulster) y UVF (Fuerza de Voluntarios del Ulster), se reunió durante los dos últimos días y ayer emitió una primera reacción: sus armas seguirán cargadas mientras lo estén las del IRA.El IRA y su brazo político, el Sinn Féin, son quienes cargan con la mayor responsabilidad. La Declaración de Downing Street, emitida esta semana por los primeros ministros del Reino Unido, John Major, y la República de Irlanda, Albert Reynolds, iba especialmente dirigida a ellos. Tanto en Londres como en Dublín se considera que el terrorismo unionista es un fenómeno reactivo al terrorismo nacionalista y que, por tanto, la UFF y la UVF acabarán rindiendo las armas si el IRA lo hace antes.

El mensaje unionista de ayer reafirmó la opinión de los Gobiernos. Los pistoleros probritánicos anunciaron que, a falta de una decisión del IRA, ellos seguirían con su campaña de terror. Pero agregaron que la Declaración seguiría siendo estudiada en los próximos días y, muy significativamente, no expresaron ninguna objeción de fondo contra su contenido. Lo que hicieron, en suma, fue dejar la decisión final en manos de Gerry Adams (Sinn Féin), Kevin McKenna (IRA) y demás dirigentes del ultranacionalismo panirlandés.

Es el momento de la verdad para el IRA. Una decisión inicial podría ser tomada en los próximos días por el llamado Consejo del Ejército, compuesto, en opinión de los servicios de espionaje británicos, por seis hombres y una mujer. Los rígidos estatutos del IRA otorgan al Consejo la potestad de decidir sobre treguas e incluso órdenes de alto el fuego. A nadie se le escapa, sin embargo, que esta vez no se plantea una simple tregua, sino un definitivo adiós a las armas. Una tregua serviría para iniciar las negociaciones con el Gobierno británico, pero, a medio plazo, habrá que optar entre seguir matando o firmar la paz. Y eso, dentro de la estricta disciplina militar con que funciona el IRA, depende de la Convención.

Reunir a la Convención implica grandes problemas prácticos. Se trata de reunir a un centenar de terroristas, varios de ellos entre los más buscados del mundo, y ponerlos a discutir y a votar sin que la policía intervenga. Eso sólo ha ocurrido dos veces en los tiempos modernos, una en 1968 y otra en 1986. Las dos convenciones fueron anunciadas en la prensa, camufladas como congresos sobre el futuro de las lenguas célticas, a celebrar en "un lugar aún no determinado" de la República de Irlanda.

En ambas Convenciones la cuestión a debatir era más fácil que la planteada ahora: se trataba de si los políticos del Sinn Féin habían de mantener su boicoteo a las instituciones británicas e irlandesas, o participar en ellas. Aún así, de 1968 surgió la escisión entre el IRA oficial, hoy casi extinguido, y los duros del IRA provisional, que siguieron con la lucha.

Problemas logísticos

No está aún claro si el Consejo del IRA convocará una Convención de forma inmediata o esperará. Cuando Gerry Adams, presidente del Sinn Féin, dijo el jueves que haría falta tiempo para decidir, muchos analistas interpretaron que se refería a la necesidad de reunir una Convención. En medios del Sinn Féin se alegaba ayer, sin embargo, que los problemas logísticos serían enormes y que no se podía correr el riesgo de una gigantesca redada policial. Pero había también quien contaba con la vista gorda de las unidades antiterroristas, dado el interés de Londres y Dublín en firmar la paz.Mientras todo esto ocurre abajo, en las catacumbas, millón y medio de norirlandeses se limitan a esperar y a seguir con su vida. Frente al Ayuntamiento de Belfast, unos 200 ciudadanos soportaban ayer frío y lluvia en una vigilia por la paz. Al lado, en el área comercial regularmente devastada por las bombas del IRA, el bullicio prenavideño era igual que el de cualquier otra ciudad europea.

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