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Un oscuro guión para Argelia

Tahar Ben Jelloun

El 31 de diciembre dejará de ejercer sus funciones el Alto Comité de Estado, que hace las veces de instancia superior dirigente de Argelia desde la dimisión de Chadli Benyedid y la interrupción del proceso democrático. Según los textos oficiales, su mandato concluirá a finales de este año. Dos semanas antes, una conferencia nacional que reunirá a todos los partidos de la oposición y el Gobierno debería encontrar una solución a la crisis. Pero, aunque estos dos plazos están presentes en la mente de todos, no parecen concretarse. Sobre el terreno, la situación dista mucho de estar tranquila. Continúan los asesinatos a pleno día y en los lugares más vigilados. Cinco magistrados han sido asesinados desde el mes de septiembre. Nueve ciudadanos extranjeros han sido víctimas de atentados perpetrados como cumplimiento de amenazas proferidas por grupos armados. Un empresario italiano, Agnello Castaldo, resultó herido de bala cuando abandonaba su domicilio a las afueras de Argel.La estrategia del terror a la que el poder hace frente con brutalidad (las ligas para la defensa de los derechos humanos han denunciado la feroz represión y la utilización de la tortura) se está transformando en una guerra civil latente, una guerra que no se atreve a llamarse por su nombre, pero que pone al país patas arriba y lo aísla a nivel internacional. El desastre económico, fraguado por treinta años de decisiones irracionales derivadas de las aberraciones del socialismo burocrático, se ha convertido en el aliado objetivo más peligroso de los adversarios del régimen actual. Según un estudio realizado por un grupo de economistas argelinos serios y de inclinaciones políticas diferentes, la Argelia del año 2005 estará en la misma situación que hoy día: "Estará tan destrozada como la de 1994, sólo que contará con un 50% más de habitantes". Argelia, país agrícola pero sin agricultura, que registra la producción más baja de toda la cuenca mediterránea, no cubre más que el 1% de las necesidades alimentarias del país, frente al 70% de su vecino Marruecos.

Los adversarios, armados o no, integristas o demócratas, fanáticos o liberales, bañan su cólera en este desastre económico. La vida cotidiana, hecha de carencias, de asfixia y de ausencia de perspectivas de futuro, es un infierno. Al país le falta de todo. La gente vive una degradación moral y física. Los hospitales se encuentran en un estado alarmante. Los médicos trabajan en unas dificilísimas condiciones de insalubridad y miedo. ¿Acaso no ha habido médicos asesinados en su gabinete o a la puerta del hospital?

Como en el guión de una película de catástrofes, algunos, y no sólo argelinos, empiezan a pensar en una mano de hierro ve nida del cielo o de las tinieblas para poner orden en este caos in cipiente. Hay, quien se imagina a un hombre con casco y armado, que dice poco, pero que hace lo que dice; procedería a una especie de "limpieza del país". Metería en el armario, durante una década al menos, los principios de democracia, de libertad y de derechos del hombre. Sería un Pinochet que hablaría árabe y contaría con el apoyo de los países occidentales. Un Pinochet de aspecto renovado y moderniza do, es decir, que disfrutaría de un barniz no de legitimidad, sino de necesidad. Este escenario no esmera ficción. Algunos países europeos harían la vista gorda sobre este aspecto no muy democrático, como lo hicieron en Chile o lo siguen haciendo ahora en Zaire, en Gabón o incluso en Haití, por no hablar de lo que toleran en la antigua Yugoslavia.

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Francia sigue siendo el mayor acreedor público de Argel. Hay voces que se alzan para decir: "Francia, nuestro más importante aliado comercial, debe ayudarnos y concedernos créditos no vinculantes, combinados con un plazo de gracia de tres años para su devolución". Pero las relaciones entre estos dos países siempre han sido tumultuosas y conflictivas. No hay nada sencillo entre el antiguo colonizador y la Argelia independiente. La guerra de Argelia pervive en el recuerdo. El racismo de la extrema derecha francesa se nutre de esta nostalgia herida. La Francia del último Gobierno socialista había especulado con una victoria de los islamitas. Había concertado algunas citas con la. historia inmediata. El Gobierno actual ha manifestado públicamente su rechazo al integrismo. El ministro del Interior, Charles Pasqua, ha hecho redadas y ha metido en la cárcel a algunos militantes en contacto con el antiguo FIS. La respuesta ha sido la nueva política de los adversarios armados que intentan hacer que huyan los extranjeros. Han llevado a cabo sus amenazas, y cooperadores o personas de doble nacionalidad, como Larissa Ayadi, esposa rusa de un argelino asesinada de un balazo en la cabeza cuando hacía la compra, han sido víctimas de atentados. El hecho de que se apunte a personas no relacionadas con la política siembra el terror. No se asesina a un extranjero porque haya hecho algo, sino sólo porque es extran ero. Como escarmiento. Es un lenguaje. Se transmiten señales al extranjero. Corresponde a las autoridades de estos países descodificarlas y sacar las consecuencias. Al mismo tiempo, eso debilita el poder vigente y lo pone en un aprieto frente a los países extranjeros.

Hay que señalar que esta oposición es política y no religiosa. El islam no interviene en estos ajustes de cuentas con, el poder. De hecho, los niflitantes del antiguo FIS hablan de "junta militar" cuando quieren referirse al famoso Alto Comité de Estado. De tanto referirse al Ejército, es muy posible que este "gran mudo" salga de su mutismo, ya sea mediante un golpe de Estado a la africana o haciéndose con el poder de acuerdo con el Alto Comité de Estado, que se sentiría muy aliviado de dejar de dirigir un país en el que ya nadie obedece. Oscuro guión para una situación desesperada.

es escritor marroquí, premio Goncourt de novela en 1987.

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