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Nápoles sufre una epidemia respiratoria sin explicación

El aire de Nápoles, siempre en crisis, siempre sospechoso, se ha vuelto de repente indiscutiblemente venenoso. Más de 100 personas, sobre todo mujeres entre los 17 y los 70 años, han ingresado desde el pasado viernes en urgencias con insuficiencia cardiorrespiratoria y otros síntomas de irritación, como rinitis, conjuntivitis y dermatitis. Las autoridades han creado una unidad de crisis frente a esta imprevista epidemia que satura los hospitales. Pero, por falta de medios técnicos y debido a la multiplicidad de agentes contaminantes que confluyen en la ciudad, no logran determinar cual es la causa del desastre.Primero se pensó en el tráfico y luego en las fábricas, con frecuencia ilegales, que llenan el golfo y se integran en la gran metrópolis del sur como una amenaza mucho más temible que el inquietante Vesubio. Pero a medida que pasa el tiempo, cobran fuerza los rumores de un tren cargado de veneno que habría circulado por la ciudad en días pasados y otras historias para no dormir en una zona donde ya ha habido certeza de que la mafia local, la Camorra, ha organizado vertederos ilegales al servicio de las industrias del norte.

La última hipótesis, avalada nada menos que por el director general del Ministerio del Medio Ambiente, Corrado Clini, es una acción de sabotaje contra el nuevo Ayuntamiento del alcalde ex comunista Antonio Bassolino, que se impuso en las elecciones del pasado 5 de diciembre frente a la candidata neofascista Alessandra Mussolini.

Tráfico prohibido

Casi sin haber tomado posesión, Bassolino, que se ha definido como el único alcalde de Occidente al que sus ciudadanos piden sobre todo aire limpio y agua potable, cogió este primer toro por los cuernos y, el pasado sábado, hizo algo tan impopular como prohibir el tráfico rodado, sobre todo en la zona de Plaza Garibaldi. Situada a 100 metros de uno de los principales museos arqueológicos del mundo y frente a la estación central por donde llega la gran mayoría de visitantes a la ciudad que, el próximo mes de julio, albergará la cumbre de los jefes de Estado del Grupo de los Siete países más ricos, la Plaza Garibaldi es un amasijo permanente de coches que no respetan normas.El nivel de contaminación descendió, aunque, en una ciudad desesperada como Nápoles, lo guardias no se esfuercen mucho por detener a tanto conductor que sólo se pararía si se lo impusiera el Ejército. Pero los ingresos hospitalarios de gente que se asfixia continuaron, sobre todo precisamente en las proximidades de la citada plaza Garibaldi.

Raffaele Carducci, un médico que dirige el centro napolitano antivenenos, se mostró entonces convencido de que los síntomas de la epidemia correspondían a los que provocan las emanaciones de óxido de azufre, un gas propio de la zona industrial que comienza prácticamente detrás de la estación central de Nápoles. Era posible que alguna fábrica hubiera tenido una fuga y no la hubiera denunciado. O que alguna de las pirotecnias clandestinas presentes en el área hubiera sufrido un percance.

La hipótesis del óxido de azufre es también la favorita del director general Corrado Clini, pero este enviado de Roma para aclarar el misterio se inclina por el sabotaje como desencadenante. Alguien, ha dicho, ha podido "verter abusivamente en las alcantarillas algún producto químico de baja tensión de vapor, pero pesado e irritante, y añadir algún catalizador incluso de fabricación casera".

Los napolitanos siguen las peripecias de estos Sherlock Holmes, con la esperanza de poder volver a respirar al menos tan mal como antes.

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