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"No queremos vivir bajo la ley de Moscú"

El tártaro Mintimer Shaimíyev, de 56 años, es uno de los políticos más controvertidos de Rusia: es el líder de los dirigentes republicanos que buscan la mayor autonomía posible respecto a Moscú. Desde 1989, primero como jefe comunista, luego como presidente del Parlamento y por último como presidente de la república, ha guiado a Tatarstán hacia una mayor soberanía, aunque siempre cuidándose de no romper con la Federación Rusa. Con él, Tatarstán ha recorrido el camino que va desde ser una república autónoma a convertirse en Estado soberano asociado con Rusia. Hoy estas victorias de Tatarstán se ven amenazadas y esta república musulmana rica en petróleo puede verse privada de gran parte de la soberanía conquistada.A Shaimíyev no le quieren ni los nacionalistas -le acusan de no luchar por la auténtica independencia de Tatarstán- ni los rusos, que le recriminan su pasado comunista y piensan que busca la secesión de la república. A pesar de ello, Shaimíyev, con voluntad de acero -como corresponde a su nombre, Mintimer, que en tártaro significa hierro-, continúa su política centrista y cauta con la que ha logrado neutralizar a los extremistas de ambos bandos y mantener la paz étnica.

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"En la nueva Constitución no se escucha la voz de las repúblicas", dice Shaimíyev, que recibió a EL PAÍS en su despacho del antiguo Kremlin de Kazán horas antes de que se abrieran los colegios electorales. Tras el referéndum, tiene la seguridad de que la tensión con las repúblicas aumentará. "Por eso, tomando en cuenta la opinión de las repúblicas habrá que organizar encuentros y reuniones para aliviar esa tensión", opina. Para Shaimíyev, la nueva ley fundamental "es una Constitución propia de un Estado unitario con un poder presidencial autoritario, aunque se intente decorarla para darle apariencia federalista". Tatarstán hace ya más de un año que aprobó una nueva Constitución propia que Shaimíyev no está dispuesto a violar. "Pienso que Borís Yeltsin, como presidente de Rusia, tampoco violará su nueva Constitución. Así es que tendremos que ponernos de acuerdo en el marco de ambas", explica. Y aunque reconoce que la tarea se complica, se muestra optimista. Su optimismo se basa en la conversación que mantuvo con Yeltsin en vísperas de la publicación del borrador constitucional y en su reciente diálogo con el jefe de la Administración presidencial, Serguéi Filátov, después de que éste amenazara con que Rusia haría una declaración especia sobre las repúblicas díscolas de Tatarstán, Baslikortostán y Tuvá. Tras la conversación con el líder tártaro, no cumplió la amenaza.

"A pesar de todo, lograremos firmar un acuerdo con Rusia. No hay alternativa", sostiene Shaimív. "Como presidente, nunca he planteado la total dependencia de Tatarstán. Es imposible, irreal. Pero, al mismo tiempo, consideramos que nuestra posición puede ayudar a Rusia convertirse en un auténtico Estado democrático federal", en el que las repúblicas delegarían ciertos poderes al centro. Así, piensa Shaimíyev, se podría formar una "sólida unión". "No atentamos contra la integridad territorial de la Federación Rusa, pero ya hemos vivido más de 70 años años el dictado del centro. No queremos seguir viviendo así. Y son muchos los que no lo desean, sólo que no lo pueden decir en voz alta porque dependen económicamente de Moscú", explica. Tatarstán, en cambio, es una "república económicamente muy fuerte". "No nos subvencionan; al contrario, nosotros damos dinero al tesoro ruso. Y no estamos en contra de esto. íPero permítannos desarrollar a nosotros mismos nuestra república!. No queremos seguir la ley de Moscú", exclama.

Los dos últimos años así lo ha hecho Tatarstán, que se negó a seguir la terapia de choque de Yegor Gaidar. "La meta de toda reforma es mejorar la vida del pueblo. Y, según los datos del Gobierno ruso, hoy la tercera parte de la población vive en Rusia bajo el nivel de pobreza. Esto no ocurre en Tatarstán porque no lo permitimos", dice con orgullo. Ahora, en cambio, Tatarstán ya está preparado para realizar la privatización de las grandes industrias, y Shaimíyev sostiene que pronto irá a la vanguardia de la reforma.

A Shaimíyev también se le recrimina su pasado comunista, pero él afirma que "no hay vuelta atrás", ni en las reformas económicas ni en las sociales, y que hoy su república es "una isla democrática" en Rusia. "Sin importar las penurias que tenga que soportar, hoy la gente ya no desea vivir como antes, con la vida programada desde el nacimiento hasta la muerte. Cuando a gente ha probado la libertad ya no quiere volver atrás", dice.

Se define como centrista y confirma que actualmente se está creando un partido político que cuenta con su bendición. "¿Por qué hasta el momento no ha surgido un partido centrista en Tatarstán? Hay ya alrededor de 20 organizaciones políticas, pero ninguna centrista. Esto no es casualidad; no se debe a que no haya centristas, sino a que el presidente, con su política, ha ocupado ese nicho", explica.

Para el líder tártaro no hay problema entre musulmanes y cristianos. "Ni unos ni otros tienen una influencia decisiva y nunca la tuvieron sobre los pueblos que habitan nuestra república". Agrega que seguramente el porcentaje similar de tártaros y rusohablantes que hay en la república de Tatarstán ha impedido que una religión prime sobre otra.

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