Látigo de mentes perezosas
Era uno de los iconos del 68 y la rebelión posterior. No era mucho mayor que Lennon o Jagger, pero tenía aspecto patriarcal y conectaba con la vieja bohemia irredenta. Y sin embargo..."Yo detestaba a los hippies: era una manifestación del conformismo estadounidense, de la tendencia a agruparse en tribus que aceptan un evangelio que les hace sentir superiores a las demás. Mis gentes eran los freaks (monstruos), los mutantes que tenían un estilo individual que les separaba radicalmente del resto de la comunidad. Freak en el sentido físico, sexual o mental, marginales por necesidad, no por seguir la ideología de moda".
Los monstruos se llamaban Wild Man Fischer, Captain Beefheart, las GTO's o Lenny Bruce. Todos ellos vieron sus alucinaciones publicadas por Zappa en sus compañías, Straight y Bizarre. Para los niños de las flores, Zappa sólo tenía desprecio y lengua cruel: su Sólo estamos en esto por el dinero, arropado por una bárbara parodia de la portada del Sgt. Pepper, de los Beatles, contiene la más mordaz visión del San Francisco de 1967. Su cinismo continuó siendo un grano en culo del rock establecido. Mientras sus colegas eran celebrados por avances superficiales, su exigencia personal le llevaba hacia intrincadas piezas orquestales, duelos de jazz y rock, voces estilo doo woop. Para mantener su infraestructura creativa y sus extensas bandas, Zappa giraba con espectáculos hilarantes, donde la elocuencia instrumental y los arreglos enrevesados se salpimentaban con humor escatológico o libidinoso. Su lema, después de todo, era el del compositor Edgard Varèse: "El compositor del tiempo presente rehusa morir".
Enfrentamiento
Para no sucumbir artísticamente, se enfrentó con la cerrazón corporativista de las orquestas sinfónicas y la necedad de los patronos de la música seria: "La situación de la música contemporánea es nefasta. Es casi imposible que un compositor haga música para orquesta: no hay dinero para pagar los ensayos necesarios o la copia de las partituras. Así que se componen piezas modestas para pequeñas formaciones; la mayoría de esas piezas son frivolidades".
Zappa no se entendía mucho mejor con la industria discográfica. Grabó con MGM, Warner, CBS... y terminó enfrentado a muerte con sus ejecutivos. Decidió recuperar todas sus matrices y se llevó grandes disgustos: "Me encontré cintas deterioradas, censuras hechas a tijera, de todo". Por su cuenta, emprendió la reedición de todo su material, de cuya difusión y mercadotecnia se ocupaba su paciente esposa, Gail Sloatman Zappa. También rescató parte de sus infinitas grabaciones en directo, como aquella serie de discos titulados Ya no puedes hacer eso en un escenario. Y se enfrentó, incluso, con los pirateadores: lanzaba copias exactas de las ediciones ¡legales de su música.
A pesar de su rencor respecto a la industria de la música, salió en su defensa cuando pintaron bastos: fue uno de sus más eficaces testigos ante el comité del Congreso que pretendía imponer un sistema de clasificación moral para los discos. Enfrente tenía a Tipper Gore, la hora esposa del vicepresidente estadounidense, y otros poderosos de Washington; nada amilanado, fustigó con gusto a los aprendices de Torquemada: "¡Qué extraña alianza! Grupos reaccionarios y organizaciones feministas unidos en contra de lo que llaman pornografía. Es muy nuestro eso de buscar soluciones simplonas para problemas complejos como la violencia sexual".
Políticamente, Zappa ejercía de libertario, en el sentido californiano del término: un conservador radicalmente opuesto a los gastos militares y al intervencionismo del Estado, al que no reconoce autoridad sobre la conducta íntima de los ciudadanos. Desencantado por la América de Reagan y Bush, buscó apoyo para sus proyectos en Europa. Estuvo en Madrid, decía que había hablado con el alcalde y recibido palabras de esperanza. No tuve el valor de explicarle que el hombre que le había acogido, Juan Barranco, ya no era alcalde de Madrid. Y que la capital cultural del 92 no tenía necesidad de visionarios heterodoxos.
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