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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cómico, si no fuera trágico

Aprovechando el último puente estuve con mis hijos en Lanzarote. Era un viaje que nos hacía una ilusión enorme, ya que somos unos forofos de todo lo relacionado con los volcanes. Disfrutamos lo indecible visitando Timanfaya y el resto de la isla, con sus paisajes únicos, deleitándonos con las formas fantasmales de su lava petrificada, sus cascadas, etcétera. El final de nuestra visita fue en la cueva de los Verdes, y la verdad es que nos impresionó de tal forma que, junto al gozo de contemplar lo que puede hacer la naturaleza, nos acongojaba el pensar que estábamos a más de 55 metros de profundidad dentro de una galería volcánica.Ya en el aeropuerto, de vuelta para casa y una vez facturado nuestro equipaje, estábamos esperando el aviso de embarque cuando, de repente, vimos que una gran masa de viajeros cogía sus equipajes y salía corriendo. Yo me quedé donde estaba, pero mi hijo, que es sordo, dio un brinco y, abrazándose a mí, lívido, me empujaba para que, a la vez, corriéramos. ¿Qué pasó?

Nada, una insignificancia; en vista de que salían para Madrid tres aviones seguidos y dada la gran cantidad de pasajeros que estaban esperando para facturar, a través de la megafonía del aeropuerto anunciaron la apertura de tres nuevos mostradores con objeto de acelerar el embarque y poder salir sin demoras.

Hasta aquí, todo normal, todo perfecto, pero siempre hay un pero: mi hijo, que, como digo, es sordo y estaba impresionado por lo que había visto en la isla, cuando vio que la gente corría, pensó que se habían puesto a vomitar fuego los volcanes. Fueron unos momentos cómicos si no se encerrase la tragedia de la pérdida de un sentido y la falta de adaptación de nuestros aeropuertos, receptores de turismo de toda clase.

Con este relato quiero poner en evidencia la falta de previsión existente en nuestros aeropuertos, puertos marítimos, estaciones de ferrocarril, etcétera, donde piensan que todos somos perfectos y que no existen minusválidos que, como mi hijo, carecen de audición, entre otras cosas. Y no solamente minusválidos, sino también personas mayores que, asimismo, han perdido parte de a audición y de sus facultades.

Muy fácil sería el obligar a las autoridades y entidades públicas que, junto a la megafonía, se instalen paneles para indicar toda la información que deben conocer odas las personas, sin discriminaciones de anomalías físicas, psíquicas o, como en este caso, sensoriales.

En el aeropuerto de Lanzarote existen paneles electrónicos, poco trabajo cuesta que a la vez que se informaba por los altavoces se hiciese lo mismo por las pantallas. En este caso era para avisar de nuevos mostradores para facturar, pero también podía ser para anular el vuelo, reclamar la presencia de una persona por algún motivo especial, etcétera.

En fin, lo que tratamos es que se subsanen las lagunas existentes aún, para hacerles normal la vida a los minusválidos. Si tanto estamos luchando para integrarlos en la sociedad, empecemos dando el ejemplo. La eliminación de barreras arquitectónicas no sólo consiste en suprimir escaleras por rampas; hay muchas cosas más que realizar. Pedimos más atención para que estos actos cómicos no hundan más a los que padezcan algún problema y tratemos, entre todos, de hacerles la vida más agradable.-

Madrid.

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