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El águila bicéfala imperial vuelve a planear sobre el cielo de Moscú

El águila bicéfala imperial vuelve a planear sobre Rusia. La comisión oficial correspondiente acaba de hacer pública su propuesta de nuevo escudo, que recupera la simbología zarista: el águila que lanza sus miradas dominadoras al Este y al Oeste, el cetro imperial agarrado por una de sus patas, la bola con la cruz del cristianismo sostenida por la otra.

Una diferencia con relación al escudo zarista es que el San Jorge matando al dragón, que simboliza Moscú, ha crecido para no dejar espacio a los escudos de los territorios dominados por los zares, que adornaban antaño las alas del heráldico animal.

La segunda diferencia es que el nuevo escudo no sólo mantiene la corona imperial -pese a ser Rusia una república- sino que la multiplica por tres para simbolizar ahora con ella los tres poderes del Estado democrático: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Captando a la perfección el viento dominante, el hábil diseñador ha dibujado más grande una de las coronas, la correspondiente al poder ejecutivo-presidencial que detenta Borís Yeltsin. El propio líder ruso debe dar ahora el visto bueno al dibujo, por lo que aún no se pueden descartar variaciones.

"El pollo de Chernóbil"

Por el momento, lo evidente es que al escudo de la hoz y el martillo se le ha acabado la prórroga. La semana pasada desapareció de la fachada de la Casa Blanca, cuyos diputados lo defendieron numantinamente hasta que los tanques desalojaron a los más obcecados el 4 de octubre. Ruslán Jasbulátov se mofaba cada vez que los yeltsinistas le iban con la propuesta de recuperar el águila bicéfala, que él denominaba "pollo de Chernóbil".Caído el reducto, las hoces y los martillos van cayendo también de edificios y monumentos esparcidos por todas las Rusias, aunque es dificil que los destructores de los símbolos proletarios acaben con todos, dada la capacidad que tuvieron los constructores para colocarlos en los lugares más recónditos e increíbles.

La coincidencia de la presentación del escudo con otro par de hechos simbólicos dibuja bien el panorama ruso. Uno lo ha protagonizado la Iglesia ortodoxa, que ha conseguido que Yeltsin le devuelva dos célebres iconos -la Santísima Trinidad de Rubliov, una tabla del siglo XV, y la Virgen de VIadímir, del XII- si garantizan que no se deterioren. El otro protagonista es lo que un marxista denominaría "oligarquía financiera", que acaba de lograr que el presidente y los ministros más liberales defiendan abiertamente sus intereses con barreras a los bancos extranjeros.

El zar, la Iglesia y los banqueros. La nueva Rusia empieza a parecerse bastante a la vieja.

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