"El 'calimocho' te pone bien"
Viernes, 6.30 de la tarde. Sobre un banco de cemento pegado a la puerta de salida del Jumbo de Pío XII, dos hermanos dan enormes tragos a una botella de plástico, de dos litros, llena de calimocho (mezcla de vino y coca cola). El mayor tiene 18 años y es invidente; el menor, 15, y usa gafas con cristales muy gruesos. Cinco minutos después, el líquido no cubre ni la mitad del plástico.-¿Qué bebéis? -pregunta el periodista.
-Calimocho. Te pone bien, pero hay que saber darle el punto: tienes que echar más de un litro de vino y el resto de coca cola -responde el mayor. El menor, que actúa como lazarillo, asiente con la cabeza.
-¿Dónde habéis comprado el vino?
-Aquí, en Jumbo -explica el mayor sin levantar del suelo su mirada quebradiza, pero a esas alturas visiblemente enrojecida.
-¿No os ponen pegas para sacar alcohol? Tu hermano tiene 15 años.
-No, no te dicen nada...
Se acabaron la botella casi a la par que concluyó la conversación. No más de un cuarto de hora. Y volvieron a entrar a Jumbo. "Vamos al servicio para orinar".
No eran los únicos jóvenes que devoraban botellas de dos litros con extrañas mezclas de alcohol el viernes frente a Jumbo. En el lugar no cesaba el trasiego de jóvenes que salían del establecimiento con bolsas atestadas de priva. Era menester esperar sólo unos minutos para ver la voracidad con que vaciaban la botella sobre sus bocas. "Cuando nos pongamos bien, nos vamos a la discoteca", explicaba un muchacho.
Hasta el propio gerente del Jumbo, Álvaro Fuentes, requerido por este periódico, contempló con sus propios ojos cómo tres muchachos de 16 años y cara aniñada sacaban botellas de whisky sin que la cajera pusiera pegas. "Sabemos que está prohibido vender alcohol a menores y velamos por su cumplimiento", explicó, nervioso y ruborizado, el gerente. "La primavera pasada lo volvimos a recordar. Aquí hay 100 cajeras y puede haber un pequeño grupo menos experimentadas y despistadas".
Alcampo
El Alcampo de Moratalaz es la otra gran superficie del casco urbano madrileño que vende alcohol a menores, según varias denuncias de padres recibidas en este periódico. Sobre las nueve de la noche del viernes, El PAÍS observó a un grupo de jóvenes pasar por una línea de caja con botellas de vino y whisky. Pese a sus juveniles rostros, nadie les pidió el DNI.
En un sobrecogedor ejercicio de sinceridad, una cajera próxima al stand de las bebidas dijo: "Cada vez vienen más pandillas de jóvenes y se llevan alcohol; nadie nos ha dado instrucciones para que no lo hagamos o les identifiquemos".
El jefe adjunto de seguridad de esta gran superficie eludió hacer declaraciones al respecto, aunque indicó que la venta de alcohol a menores "es mínima" en Alcampo.
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