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Una familia lleva cinco años en una caseta prestada para días

El barracón, en la esquina de las calles Boecilla y Castromonte, en el barrio de Canillas (Hortaleza), está que se cae. Los servicios municipales de obras y de sanidad califican su estado de pésimo y consideran conveniente derribarlo. Pero dentro viven Pilar González, de 23 años; Juan Moreno, de 27, y su hijo Juan, de 3 años. Llevan allí un lustro y no tienen adónde ir. El techo está lleno de agujeros, el suelo se hunde, carecen de agua, el retrete está inutilizado y todo el recinto rezuma humedad.

Esta familia entró en el chamizo después de que el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), que gestiona la Comunidad, los desalojase de un piso público cercano que habían ocupado ilegalmente.

Aseguran que el día del deshaucio un inspector del Ivima les prometió realojarles en un piso público en menos de diez días. "Nos fuimos sin oponer resistencia y sin solicitar ninguna orden judicial porque aseguraron que solucionarían nuestra situación. De hecho, los mismos inspectores del Ivima nos ayudaron a hacer el traslado", explica Pilar. Pero han pasado cinco años.

Testigos de la promesa

De aquella promesa es testigo la presidenta de la asociación de vecinos de Canillas-San Femando, Toñi Moral. "La caseta está inhabitable, y no les conceden nada aunque es una familia necesitada y apreciada por el barrio", afirma Moral."Además, si hay un derrumbamiento u ocurre algún accidente, la responsabilidad caería sobre la asociación", añade. El barracón, aunque propiedad del Ivima, como todo el poblado de Canillas, estaba cedido a la citada entidad vecinal.

"El crío está constantemente con pulmonía, de la humedad y el frío que hace", explica la pareja. Han recurrido a los servicios sociales de la Junta del distrito y al Ivima, pero, por ahora, este organismo no ha resuelto su situación.

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Originarios, ella de Valencia y él de Ciudad Real, se dedican a la venta ambulante. Se marcharon de Valencia por la ley gitana. "Si no te casas virgen debes poner tierra por medio. Nosotros nos escapamos juntos antes de contraer matrimonio, así que tuvimos que largamos", relatan.

Este año les han adjudicado un puesto de venta de ropa para los martes en el cercano mercadillo de Alcorisa-Silvano. Los servicios sociales les han ayudado comprando parte del género. El resto de los días salen con la mercancía para comerciar con ella a salto de mata.

"No ganamos como para alquilar un piso y vemos que al final nos van a echar del barracón porque cada día está más ruinoso", añade Rodríguez.

El Ayuntamiento, en un informe elaborado el año pasado, dice que el estado del recinto origina un grave peligro para sus ocupantes. Este periódico no pudo localizar ayer a responsables del Ivima para que explicasen su versión de los hechos. ç

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