La hora de los jóvenes
La habitación estaba ocupada por la guardia de corps de Clemente. La televisión encendida. El partido Argentina-Australia merecía algunas miradas y pocos comentarios. Andoni Goikoetxea, el doctor Borrás, el grupo de fisioterapeutas y algunos funcionarios de la federación. En medio, Clemente. "Me siento cansado", dijo. Aquel momento le servía para liberar la tensión de tres horas ante los micrófonos. Apenas le quedaban dos horas para dormir. Y la cabeza vacía por la sucesión de emociones.Su principal preocupación era Zubizarreta. El guardameta había sufrido con crudeza el impacto de su error. Se retiró hundido al vestuario. Gerardo González, secretario general de la federación, abandonó inmediatamente el palco presidencial para consolar al portero. Sentado y en silencio, Zubizarreta lloró. Sólo comenzó a reanimarse con el gol de Hierro. Tras el partido, Clemente se reunió con él. Le animó y le hizo una promesa. "Más que nunca, Zubizarreta estará en la selección".
Del futuro apenas habló. Fatigado y sin adrenalina, deslizó que había llegado la hora de la confirmación de varios jóvenes: Guerrero, Alfonso, Kiko y Guardiola. Pero el recuerdo del encuentro todavía estaba fresco. Tenía el partido en la cabeza y el rastro del sufrimiento en su cara. "Al final ha ocurrido lo que les dije en el descanso: esto sólo lo podemos ganar en una jugada de estrategia".
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