Excesiva cautela
Sirvan estas líneas de aviso a quienes, como yo, lleven una navaja habitualmente entre sus enseres y, por ende, viajen con ella al Reino Unido. Nunca había yo considerado tal hecho, me refiero al de llevar una navaja, en este caso navajita, habitualmente en el bolso. Hace muchos años, recuerdo haber tenido una que figuraba una patita de un cuadrúpedo diminuto, y la actual, supongo, procede de una excursión a Toledo. La susodicha herramienta, más que arma, siempre me ha ayudado en el corte del tomate en la merienda campestre, en librar de la cuerda ese paquete que nuestra amiga se empeña en abrir sin paciencia y poco más. Con ella he atravesado puertas de palacios de justicia, desde luego, siempre y afortunadamente en calidad de turista; he paseado por el Magreb, y ha formado un todo con el baratillo del bolso, junto con el paquete de pañuelos, la barra de labios, las llaves y el abono de transporte. Pero de repente, hace unos días, en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, unos pitidos advirtieron de la existencia de metal en mi bolso, que yo, distraída, abrí sin considerar la extensión de mi culpa, y a partir de entonces, mi autoestima de ciudadana de pro dejó de ser tal para empezar a cuestionarme mi parecido con la Carmen de Mérimée.Una policía, siempre en el aeropuerto de Londres, fría y correcta, me preguntó sobre los motivos de mi armamento y me pidió (no había opción) que firmara un documento de "requisamiento de armas", sin poderme asegurar si volvería a recoger la mía, por ir a viajar separada de mí, en un lugar al efecto construido para albergar materiales peligrosos. Considero la medida acertada, pero... de excesiva cautela.- María Teresa Higes de la Iglesia.
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