...y en Ammán
LAS ELECCIONES del lunes en Jordania han revestido una importancia muy especial, no sólo para ese país, sino para toda la situación internacional. Celebradas en un momento decisivo de las negociaciones entre Israel y los países árabes, es inevitable que sean consideradas como una prueba de la reacción de la opinión pública ante ese viraje que se está operando en la región. Otro dato que acrecienta el significado para el proceso de paz de esa con sulta es que más de la mitad de la población jordana es de origen palestino; las organizaciones enemigas de Yasir Arafat hicieron campaña por que consulta fuese saboteada. Los electores han dado su respuesta, de una claridad rotunda. Por un lado, la participación ha sido del 68% de los inscritos, un verdadero salto si se la compara con el 40% en la consulta anterior. Por otra parte, los candidatos partidarios del rey Hussein (y, por tanto, de la firma de un tratado de paz con Israel) han obtenido una victoria aplastante, con 62 escaños sobre los 80 que forman el Parlamento. Los grandes derrotados han sido los islamistas, cuyo éxito en 1989, con 32 diputados, había hecho pensar que la oleada islámica iba a extenderse en esa parte de Oriente Próximo. No ha sido así: muy al contrario, el Frente de Acción Islámica se ha quedado con sólo 16 escaños; será el bloque opositor más importante, pero ya sin ninguna esperanza de poder amenazar al Gobierno del rey, respaldado por casi el 75% de los diputados elegidos. El alcance de este hecho desborda las fronteras jordanas: a partir de las experiencias de Egipto y de Argelia (esta última había sido adoptada por los islamistas jordanos como ejemplo a seguir), se había extendido la idea de que la ola islámica estaba en una fase de expansión casi incontenible en el mundo árabe. Jordania demuestra lo contrario.
Con una política liberal de moderación y sensatez, el rey Hussein ha logrado un respaldo amplísimo de su pueblo en una de las pocas elecciones pluralistas que han tenido lugar en el mundo árabe. Es cierto que el sistema electoral, que privilegia el voto familiar y tribal, es ventajoso para los sectores sociales, como los beduinos, más adictos al rey. Ello ha podido agrandar las proporciones de la victoria, pero no puede modificar el significado de unos resultados tan rotundos.
No se puede considerar como anecdótica la elección de una mujer, Tuyán al Faisal, entre los diputados de la nueva Cámara. Es un hecho sin precedente en los Estados árabes de la región. Varías mujeres intentaron ser elegidas en las anteriores elecciones jordanas, pero fracasaron. La señora Tuyán ha contado con el apoyo de un gran número de mujeres liberales. Estamos, pues, ante un hecho que anuncia sin duda un fenómeno más general: el despertar de las mujeres a la vida política en las sociedades árabes y su voluntad creciente de estar presentes en los órganos de decisión. Esta corriente, si se desarrolla, será un obstáculo al extremismo islámico, que niega a la mujer sus derechos más elementales.
El acuerdo de paz entre Jordania e Israel, negociado entre el ministro Simón Peres y el rey Hussein, se hará público ahora de un modo inmediato. Y además con un inequívoco respaldo popular, lo que ayudará a crear un ambiente favorable, incluso en los países más reticentes, a que se avance en la negociación con Israel. Hoy Siria queda casi aislada -cuando los palestinos avanzan en sus conversaciones-, en una actitud negativa ante la firma de un acuerdo. Está claro que del presidente Asad no cabe esperar una posición más flexible si no hay ofertas serias sobre el Golán de parte israelí. Pero es de esperar que en ambos lados se haga sentir el efecto multiplicador de los avances de la paz.
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