La iglesia invisible
Últimamente todo el mundo está muy interesado por las pinturas de Goya de la ermita de San Antonio de la Florida. Bueno es que esto ocurra. Desde hace casi 30 años es poco menos que imposible poder visitar esta pequeña iglesia, que contiene, sin embargo, el conjunto pictórico más importante de Goya, además de los ajetreados restos mortales del insigne pintor y partes del cráneo de otro señor que, por si acaso, se guardan en la misma sepultura. Pero ésta es otra historia.Me cupo la suerte, por deseo del entonces alcalde, Juan Barranco, de participar en unas complejas negociaciones para que el Ayuntamiento madrileño asumiera el patronato de esta real ermita y pudiera de una vez el pueblo de Madrid conocer, sin duda, uno de los monumentos más importantes y desconocidos de nuestra capital.
La ermita de San Antonio de la Florida, al ser una fundación regia, pertenece al Patrimonio Nacional. Desde finales de los años veinte se traspasa en custodia y administración a quienes se supone que son los mayores garantes de mantener tan importante pieza artística, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta institución no cuenta con un presupuesto para conservar su abundante patrimonio, por lo que la dejación del mantenimiento de la ermita plantea grandes problemas. A mediados de los años sesenta, el Patrimonio Nacional, propietario del edificio, decide, de acuerdo con la Real Academia, volver a abrir la ermita-panteón de Goya: una entrada (cinco duros de los de entonces) daba derecho a visitar las pinturas de Goya y el palacio de la Quinta de El Pardo.
Pasa el tiempo y la ermita se vuelve a cerrar. La Academia no tiene medios para mantenerla abierta. El Patrimonio Nacional tiene obras más urgentes que atender. Y al final la ermita queda al cuidado de un celador, empleado del Patrimonio Nacional, que junto a su familia habita dentro de las dependencias de este, monumento, con su cocinita y sus servicios. Un adosado monísimo junto al panteón de Goya. Este señor, como le sobra espacio, decide alquilar la sacristía y otra sala anexa como guardamuebles de una colchonería. Y todo esto ha estado ocurriendo hasta mayo de 1987. Paralelamente, el empleado, con alma de hombre de empresa, abría la ermita a grupos organizados que él seleccionaba. Los ingresos recaudados los entregaba a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En vista de esta lamentable situación, el Patrimonio Nacional decide recurrir al Ayuntamiento. El entonces alcalde, Juan Barranco, y el concejal de Cultura, Ramón Herrero, aceptan el reto y deciden que, si la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando está de acuerdo, en dos meses la ermita estará abierta al público, y posteriormente se creará en ella un museo goyesco, realizando toda una reorganización urbanística que integrará la antigua Fábrica de Porcelanas de la Moncloa, el Panteón de Héroes del Dos de Mayo, las dos ermitas, el monumento a Goya y el puente de la Reina Victoria Eugenia.
Después de arduas gestiones entre los organismos se creó una comisión cuya primera decisión fue abrir inmediatamente la ermita al público, para lo que se destinó por parte del Ayuntamiento a tres funcionarios, que pusieron toda la ilusión del mundo para mostrar a los visitantes las maravillosas pinturas goyescas.La comisión decidió también crear en el mismo lugar un museo goyesco y restaurar la lápida de la sepultura, en la que faltaban algunas letras. Se llegó a contemplar la posibilidad de trasladar el cuadro de Goya Alegoría del Dos de Mayo, hoy en el Museo Municipal. En mayo de 1987 se firma el acuerdo por las tres instituciones.
En lo tocante a la restauración se consideró que de momento no era urgente, ya que en 1974 el Banco de Granada había sufragado una consolidación de las pinturas. Paralelamente se procedió de inmediato a realizar un estudio de las cubiertas para arreglar los desperfectos de las techumbres que fueran necesarios y, posteriormente, proceder a un estudio pormenorizado por parte de la Real Academia por si fuera necesario llevar a Cabo la restauración de las pinturas.
Al parecer, unos meses después se consideró oportuno cerrar la ermita por falta de personal. Después, en la época del alcalde Rodríguez Sahagún, se decidió restaurar las pinturas, mientras la ermita continuaba cerrada. Hoy, cinco años después, se sigue dilucidando si es bueno restaurar o no esta obra magnífica de Goya.
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