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Bertolucci hace en París una proyección privada de su última película, 'EI pequeño Buda'

A la exhibición del filme, que cuenta la vida de un santo, asistió el Dalai Lama

El jueves tuvo lugar la primera proyección privada de The little Buddha, el nuevo filme de Bernardo Bertolucci, con Keanu Reeves como Buda joven. A la proyección asistieron el realizador italiano y el premio Nobel de la Paz, el Dalaí Lama, amén de un buen número de figuras del mundo del espectáculo, como Dominique Sanda -intérprete de El conformista, del mismo director-, Lambert Wilson, Jane Birkin, Domiziana Giordano, la realizadora Agnés Varda o el productor Toscan du Plantier. La película no se estrenará comercialmente hasta el próximo 1 de diciembre.

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Una antigua ambición

The Little Buddha es un nuevo intento de superproducción a la europea, parcialmente rodada en Estados Unidos, concretamente en Seattle. Su reto es aunar el gran espectáculo, es decir, la variedad de decorados, los actores conocidos, los efectos especiales y los grandes despliegues de figuración, a un proyecto intelectual y artístico ambicioso. Ésa era la especialidad del David Lean de El doctor Zhivago, Lawrence de Arabia o Pasaje a la India, y ésa era la fórmula que tanto éxito obtuvo con El último emperador, que fue coronada con un gran número de oscars. Y si Lean envolvía sus filmes con música de Maurice Jarre, Bertolucci lo hace con la de Ruychi Sakamoto. Destaquemos también que el principal socio productor de la operación es el fallecido rey del cemento francés, Francis Bouygues, y su productora Ciby 2000, la misma que ha financiado los últimos Almodóvar o a la Jane Campion de La leçon de piano.La película está concebida como un digest de la experiencia iniciática del príncipe Siddharta hasta alcanzar la iluminación y transformarse en Buda. Se parte de ilustraciones para niños y se procede a animar, fragmentariamente, el relato. Pero no toda la acción transcurre 2.500 años antes, sino que también el hoy está presente a través de la historia de una familia y, más concretamente, del hijo de la misma, un niño de unos ocho o diez años en quien se ha reencarnado el espíritu de una lama burlón.

Religión perfecta

Si El último emperador alcanzaba sus objetivos, eso se debía a que el filme no se conformaba con ser una mera ilustración de la historia reciente de la China. De entrada, no había ningún compromiso hagiográfico que lastrase el proyecto y el ajuste de cuentas con el psicoanálisis y el marxismo, que ése era el auténtico discurso de Bertolucci, le resultaba muy sentido al cineasta. En The Little Buddha se diría existe la obligación de presentar el budismo como un pensamiento, práctica o religión perfecta. Los monjes son simpáticos y pacientes, la miseria aparece como una opción y no como una circunstancia dramática, los efectos culturales del budismo son olvidados, etcétera.

Viendo el último Bertolucci se tiene la sensación de asistir a una serie de cine religioso de los años cincuenta, con la única diferencia de que católicos y protestantes han sido sustituidos por los budistas. En cualquier caso, el guión y la puesta en escena no reculan ante lo imposible, y se lanzan, a tumba abierta, a hacer apología de ciertas técnicas de adoctrinamiento. Pero ya se sabe, ni católicos, ni protestantes, ni ahora budistas, taoístas o judíos, pertenecen a secta alguna. A partir de un cierto número de seguidores y de poder, la palabra secta desaparece del horizonte.

En definitiva, a pesar de los muchos millones invertidos en el proyecto, de los figurines de James Acheson, ¿le la arriesgada fotografía de Storano y de algunas estampitas ideadas por el publicitario de Bennetton con la ayuda de un autor de postales santas de la India. Y eso sí, con todo el mundo, en el Tíbet, en la India, en el Bután o en Estados Unidos, hablando en inglés.

Para Bernardo Bertolucci lo más importante era que su película lograse mostrar "la inteligencia de la bondad". Tradicionalmente, el cine se ha interesado poco por la bondad, sintiéndose. más atraído por villanos, sádicos, víctimas o tontainas.

"Los occidentales hemos olvidado la capacidad de acción que puede acompañar a con ceptos como compasión o caridad" .Yo eso pude descubrirlo a raíz de mi primera entrevista con el Dalai Lama, en 1991, en Viena. Salí de ella excitado y contento, satisfecho de un in tercambio de ideas tan estimulante".

En el momento de la presentación de la película, Bertolucci se muestra muy respetuoso y protocolario con "su santidad el Dalai Lama, a quien os presento con inmensa emoción". Éste se declaró "orgulloso de asistir al estreno de la película de mi gran y célebre amigo Bernardo Bertolucci". Eso no impidió que quisiera matizar que "hay una cierta diferencia entre cómo ve Bernardo el personaje de Buda y el cómo lo veo yo, entre otras cosas porque para un budista es difícil admitir que un actor puede desempeñar el papel". Pero eso no le importa, porque el monje tibetano no se considera "guardián de la ortodoxia".

El Dala¡ Lama considera que la película muestra "cuál es la noción de Buda para un niño". En su breve discurso resaltó que "en el mundo actual, el progreso de la tecnología ha sido inmenso, pero los problemas del hombre los crea el propio hombre, que necesita de un mensaje de amor, compasión y amor. Eso lo encuentra en todas las grandes religiones. Sólo el budismo va más allá y se interesa por la vida y la interdependencia existente entre las cosas". El Dala¡ Lama contempla con cierto escepticismo el posible efecto multiplicador que la película tenga para el mensaje budista: "Ustedes, los occidentales, están muy marcados por la impaciencia. Ustedes lo quieren todo muy deprisa, pero el desarrollo espiritual tiene su ritmo".

Días antes de este estreno en París, ciudad que cuenta con un importante número de ciudadanos budistas de nuevo cuño, entre ellos las actrices Isabelle Adjani y Sophie Marceau, el Dalai Lama subrayaba que "es importante no confundir la esencia de una religión con sus formas culturales", y ridiculizaba a "esos occidentales que siguen las enseñanzas zen, se visten con kimono, amueblan su casa a la japonesa y se sientan siempre en el tatami. En el Tíbet hemos sabido asimilar el budismo que nos llegó de la India, asumir su esencia conservando nuestra cultura"

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