La rebelión de Kaluga
El 'soviet' de esta provincia rusa cercana a Moscú lucha por sobrevivir
Valeri Sudarénkov, el presidente del Sóviet Provincial de Kaluga, va cada día a su trabajo, ocupa su despacho con vistas al río Oka y a las cúpulas de las iglesias ortodoxas y preside actos oficiales en su territorio, de algo más de un millón de habitantes, limítrofe con la provincia de Moscú. A efectos del Kremlin, sin embargo, Sudarénkov ha dejado de existir y es lo mismo que si se hubiera muerto.A Sudarénkov le han borrado de la lista de cargos a los que se reparten los documentos oficiales y han dejado de llamarle por teléfono. Las únicas llamadas del Kremlin que llegan a su gabinete son para preguntar si se ha disuelto ya el Sóviet Provincial de Kaluga. Y ni siquiera le convocan a la Conferencia Constitucional, el foro que elabora la ley fundamental de Rusia, y donde él, dice, trabajaba muy activamente como representante delegado por la provincia.
La marginación de Sudarénkov no es un asunto particular de este hombre, que fue jefe del Partido Comunista en Kaluga y antes viceprimer ministro en Uzbekistán. Se trata de una consecuencia generalizada de la victoria de Yeltsin sobre el sistema de los sóviets, la organización que el partido comunista instrumentalizó para dirigir el país durante más de setenta años.
La situación de Sudarenko y su sóviet es la de otros muchos sóviets provinciales de Rusia que no se han disuelto pero que viven claramente su agonía hasta las elecciones que -entre el próximo mes de diciembre y el verano de 1994- les sustituirán por consistorios de nuevo cuño.
El Sóviet Provincial de Kaluga declaró anticonstitucional el decreto mediante el cual Borís Yeltsin disolvió el Parlamento ruso el 21 de septiembre pasado.
Tras el baño de sangre con que culminó el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo rusos, el Sóviet de Kaluga, que consta de 150 diputados, a diferencia de otros más dóciles, siguió en sus trece sin retractarse. En una sesión mucho más concurrida de lo habitual, el sóviet se negó a autodisolverse por una mayoría de 118 contra 4. La masiva presencia de los diputados ha salvado de momento al sóviet, ya que el gobernador (el jefe de la Administración), Alexksandr Deriaguin, no tiene motivo formal para disolverlo, aunque muy probablemente nadie le pediría cuentas si lo hiciera.
Nombrado a dedo
Deriaguin, ex diputado del Parlamento ruso, fue nombrado gobernador a dedo por el presidente, a quien conoce de los tiempos en que Yeltsin era el líder comunista de Sverdlovsk y él trabajaba en la universidad local.
Hasta las elecciones a los órganos de poder local de Kaluga en marzo de 1994, Deriagu¡n está dispuesto a convivir con el sóviet que, a su juicio, debe transformarse en un órgano pequeño y manejable de unas 32 personas. Sudarénkov, en cambio, cree que un consistorio de esas dimensiones es un "órgano de bolsillo", fácil de manejar, y aboga por una entidad de: unos cien diputados.
El Sóviet Provincial puede aprobar aún el presupuesto de 1994 y los impopulares impuestos, pero la dirección de la provincia está en manos del gobernador, que cuenta con un aparato de 123 personas, en su mayoría heredadas del antiguo aparato del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). "El aparato está educado para hacer lo que le dicen que haga", afirma el gobernador, que es favorable a la idea de que su cargo sea elegido en el futuro. Hoy por hoy, sin embargo, le parece bien el sistema de nombramientos, favorecido por el Kremlin, ya que, dada la "falta de experiencia de participación en las elecciones, puede llegar a la Administración un populista y no un profesional", señala.
La Administración presidencial es responsable de preparar las elecciones legislativas, que darán cuatro escaños en la Asamblea Federal a Kaluga. Sudarenkov no ha decidido aún si competirá o no, pero ha tanteado el terreno en la reciente reunión estatal de dirigentes de asociaciones de búsqueda celebrada en su provincia.
Las asociaciones de búsqueda -entidades apoyadas por el Ministerio de Defensa- organizan expediciones en busca de huesos y restos de quienes perecieron durante la Segunda Guerra Mundial y otras contiendas.
Otra consecuencia de la virtual desaparición de los sóviets locales es que la Administración central tiene ahora las competencias para organizar la compraventa de la tierra sin temer ninguna crítica del moribundo órgano de poder provincial ni de los sóviets de nivel inferior, ya disueltos.
Dada la proximidad a Moscú, muchos ven como inevitable una invasión de las empresas capitalinas dispuestas a adquirir terrenos locales con fines especulativos. Según medios periodísticos locales, los moscovitas han comprado tierra en algunos de los distritos de la provincia adonde llegó la contaminación del accidente de Chernóbil en 1986.
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